“El discípulo misionero no es un mercenario de la fe ni un generador de prosélitos, sino un mendicante que reconoce que le faltan sus hermanos, hermanas y madres, con quienes celebrar y festejar el don irrevocable de la reconciliación que Jesús nos regala a todos”. De esta manera se ha expresado el papa Francisco durante la misa en el estadio nacional de Bangkok (Tailandia).
Tras la corta visita privada a los reyes de Tailandia en el Palacio Real de Amphorn, el Papa se ha desplazado hasta el recinto para saludar a los fieles desde el papamóvil antes de comenzar la misa. Ya en su homilía, ha recordado a los primeros misioneros que llegaron al país. Y es que ya han pasado 350 años de la creación del Vicariato Apostólico de Siam (1669-2019). “Cargados sus bolsos con la esperanza que nace de la buena noticia del Evangelio, se pusieron en camino para encontrar a los miembros de esa familia suya que todavía no conocían”, ha señalado.
Y ha proseguido: “Sin ese encuentro, al cristianismo le hubiese faltado vuestro rostro; le hubiesen faltado los cantos, los bailes, que configuran la sonrisa thai tan particular de estas tierras. Así vislumbraron mejor el designio amoroso del Padre, que es mucho más grande que todos nuestros cálculos y previsiones, y que no puede reducirse a un puñado de personas o a un determinado contexto cultural”.
Contra la trata
Durante su sermón, Jorge Mario Bergoglio –hablando en español– ha expresado su cercanía a “los niños, niñas y mujeres expuestos a la prostitución y a la trata, desfigurados en su dignidad más auténtica; esos jóvenes esclavos de la droga y el sin sentido que termina por nublar su mirada y cauterizar sus sueños; pienso en los migrantes despojados de su hogar y familias, así como tantos otros que, como ellos, pueden sentirse olvidados, huérfanos, abandonados. Pienso en pescadores explotados, en mendigos ignorados”.
“Ellos son parte de nuestra familia –ha aseverado–, son nuestras madres y nuestros hermanos, no le privemos a nuestras comunidades de sus rostros, de sus llagas, de sus sonrisas y de sus vidas; y no le privemos a sus llagas y a sus heridas de la unción misericordiosa del amor de Dios”. Y ha añadido: “Querida comunidad tailandesa: sigamos en camino, tras las huellas de los primeros misioneros, para encontrar, descubrir y reconocer alegremente todos esos rostros de madres, padres y hermanos, que el Señor nos quiere regalar y le faltan a nuestro banquete dominical”.
En su alocución, el Papa se ha detenido en explicar que “el Evangelio es una invitación y un derecho gratuito para todos aquellos que quieran escuchar”. “Es sorprendente notar cómo el Evangelio está tejido de preguntas que buscan inquietar, despertar e invitar a los discípulos a ponerse en camino, para que descubran esa verdad capaz de dar y generar vida; preguntas que buscan abrir el corazón y el horizonte al encuentro de una novedad mucho más hermosa de lo que pueden imaginar”, ha concluido.