El encargo del Papa a los obispos de Asia: “Bajen a la calle, sean servidores y no amos”

El encargo del Papa a los obispos de Asia: “Bajen a la calle, sean servidores y no amos”

El santuario del Beato Nicolas Bunkerd Kitbamrung en Sam Phram ha sido el lugar elegido por el Francisco para reunirse con los obispos asiáticos y para el habitual encuentro privado que el Papa mantiene siempre con los religiosos locales de la Compañía de Jesús.

Con las reliquias del primer mártir de la época moderna en el altar, Francisco les planteó un modelo de evangelización: ser “testigo por vocación”. “Una Iglesia en camino, sin miedo a bajar a la calle y confrontarse con la vida misma de las personas que le fueron confiadas, es capaz de abrirse humildemente al Señor”, explicó el Papa.

Para ello, Francisco solo tiene una fórmula: “el servicio como nota distintiva”. A los obispos asiáticos les recordó que “fuimos elegidos como servidores, no como dueños o amos”. “Esto significa que debemos acompañar a quienes servimos con paciencia y amabilidad, escuchándolos, respetando su dignidad, impulsando y valorando siempre sus iniciativas apostólicas”, detalló.

Un continente multicultural

El Papa admitió que Asia es hoy “un continente multicultural y multirreligioso, dotado de gran belleza y prosperidad, pero probado al mismo tiempo por una pobreza y explotación extendida a varios niveles”, además de padecer “un creciente consumismo y materialismo” por la revolución tecnológica”.

Al igual que en la jornada previa, Francisco puso en primer plano “el flagelo de las drogas y el tráfico de personas, la necesidad de atender un gran número de migrantes y refugiados, las malas condiciones de trabajo, la explotación laboral experimentada por muchos, así como la desigualdad económica y social que existe entre los ricos y pobres”.

A su llegada al templo fue recibido tanto por el presidente del Episcopado tailandés y arzobispo de Bangkok, Francis Xavier Kriengsak Kovithavanij, así como por el presidente de la Federación de Conferencias Episcopales de Asia -FABC, algo así como el CELAM asiático-, el cardenal Charles Bo, que es además el arzobispo de Yangon (Myanmar).

Renovar estructuras

Precisamente cuando los obispos preparan el 50 aniversario de la creación de la FABC que se celebrará en el marco de una Asamblea General en 2020, Francisco les instó a vivir una conversión eclesial que vaya más allá de una mera renovación de estructuras.

El Papa animó a los obispos a no dejarse llevar por la idea de que “los tiempos pasados fueron siempre más favorables o mejores para el anuncio. paralizando todo tipo de acción”. Frente a ello, les puso como ejemplo para la Iglesia universal: “¡Cuánto debemos aprender de ustedes, que en tantos de vuestros países o regiones son minorías, y no por eso se dejan llevar o contaminar por el síndrome de inferioridad o la queja de no sentirse reconocidos!”.

Así, puso el ejemplo de tantos misioneros que “no buscaron un terreno con ‘garantías de éxito’ al contrario, su ‘garantía’ residía en la certeza que ninguna persona y cultura estaba de antemano incapacitada para recibir la semilla de vida, de felicidad y especialmente de la amistad que el Señor le quiere regalar”.

Apuesta por los laicos

“No esperaron que una cultura fuera afín o sintonizara fácilmente con el Evangelio; por el contrario, se zambulleron en esas realidades nuevas convencidos de la belleza de la que eran portadores”, señaló en la misma línea que minutos antes había apuntado al clero, religiosos y catequistas tailandeses en la parroquia de San Pedro.

En este sentido puso en valor el papel de los laicos en la historia de evangelización del continente: “Ellos tuvieron la posibilidad de hablar el dialecto de su gente, ejercicio simple y directo de inculturación no teórica ni ideológica, sino fruto del ardor por compartir a Cristo”.

Que su ejemplo impulse en nosotros un gran celo por la evangelización en todas las Iglesias locales de Asia”, dijo al referirse al beato mártir al que todos conocen en el país como el padre Benedikto Chumkim, encarcelado durante la persecución en la Iglesia lo que le llevó a morir de tuberculosis en prisión en 1944, una enfermedad agravada por el abuso físico que sufrió por parte de sus captores.

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