“Queridos amigos, para que el fuego del Espíritu no se apague, y puedan mantener viva la mirada y el corazón, es necesario estar bien arraigados en la fe de nuestros mayores: padres, abuelos y maestros. No para quedarse presos del pasado, sino para aprender a tener ese coraje capaz de ayudarnos a responder a las nuevas situaciones históricas. La de ellos fue una vida que resistió muchas pruebas y mucho sufrimiento. Pero en el camino, descubrieron que el secreto de un corazón feliz es la seguridad que encontramos cuando estamos anclados, enraizados en Jesús: en su vida, en sus palabras, en su muerte y resurrección”. De esta manera, el papa Francisco ha pedido a los jóvenes en su última misa en Tailandia que no se olviden de sus raíces.
Y es que, “sin este firme sentido de arraigo, podemos quedar desconcertados por las ‘voces’ de este mundo que compiten por nuestra atención”, ha indicado durante su homilía ante la atenta mirada de los jóvenes que llenaban la catedral de la Asunción en Bangkok.
El Papa ha instado a los jóvenes con fuerza a dar la bienvenida a Cristo con “inmensa alegría y amor, ¡como solo ustedes jóvenes lo pueden hacer!”. ” Vamos hacia adelante con alegría porque sabemos que allí nos espera”, ha añadido, para luego recordar que, “así como Dios tenía un plan para el pueblo elegido, también tiene un plan para cada uno de ustedes. Él es el primero en soñar con invitarnos a todos a un banquete que tenemos que preparar juntos, Él y nosotros, como comunidad: el banquete de su Reino en el que nadie puede quedar afuera”.
Francisco ha pedido a los jóvenes leer con detenimiento el evangelio de hoy, que habla de diez jóvenes invitadas a mirar el futuro y formar parte de la fiesta del Señor. “Una parábola de lo que nos puede suceder a todos los cristianos cuando, llenos de impulsos y ganas, sentimos el llamado del Señor a tomar parte en su Reino y a compartir su alegría con los demás. Es frecuente que, frente a los problemas y obstáculos, —y que muchas veces son tantos, como cada uno de ustedes en su corazón sabe muy bien—; frente al sufrimiento de personas queridas, o a la impotencia de experimentar situaciones que parecen imposibles de ser cambiadas, entonces la incredulidad y la amargura pueden ganar espacio e infiltrarse silenciosamente en nuestros sueños, haciendo que se enfríe nuestro corazón, se pierda la alegría y que lleguemos tarde”.
En el mismo sentido, Jorge Mario Bergoglio les ha lanzado cuatro preguntas: “¿Quieren mantener vivo el fuego capaz de iluminarlos en medio de la noche y de las dificultades?, ¿quieren prepararse para responder al llamado del Señor?, ¿quieren estar listos para hacer su voluntad?, ¿cómo procurarse el aceite que los mantiene en movimiento y los impulsa a buscar al Señor en cada situación?”.
Bergoglio les ha recordado que son “herederos de una hermosa historia de evangelización que les fue transmitida como un tesoro sagrado. Esta hermosa catedral es testigo de la fe en Jesucristo que tuvieron sus antepasados: su fidelidad, profundamente arraigada, los impulsó a hacer buenas obras, a construir ese otro templo más hermoso todavía, compuesto de piedras vivas para poder llevar el amor misericordioso de Dios a las personas de su tiempo”.
Antes de concluir, el Papa ha compartido un mensaje con sus “queridos jóvenes”: “Ustedes son una nueva generación, con nuevas esperanzas, sueños y preguntas; seguramente también con algunas dudas pero, arraigados en Cristo, los invito a mantener viva la alegría y a no tener miedo de mirar el futuro con confianza. Esta situación nace de saberse buscados, encontrados y amados infinitamente por el Señor”.