La primera jornada del Papa en Tailandia estuvo marcada por ineludibles exigencias protocolarias e institucionales: encuentro privado con el Rey Maha Vajiralongkorn columna vertebral del país y con su valido el Primer Ministro Chan-o-Cha, discurso ante las autoridades y el Cuerpo diplomático en el Palacio del Gobierno, entrevista con el Supremo Patriarca Budista el nonagenario Somdej Phra Maha Munnewong del que dependen religiosamente el 94 por ciento de la población.
Hoy, como contraste, Francisco ha dedicado sobre todo su solicitud a la comunidad católica que, aunque muy minoritaria (el 0,46 de los 69 millones de habitantes) da pruebas de una creatividad notable en los terrenos educativo, hospitalario y asistencial aunque crece menos que la de otros países del sureste asiático como Filipinas, Corea del Sur o Vietnam.
A primeras horas de la mañana Bergoglio y su séquito abandonaron la capital para dirigirse a la localidad de Sam Phram distante 34 kilómetros de Bangkok. Su destino era el santuario del Beato Nicolás Bunkerd primer sacerdote mártir fallecido en 1944 y beatificado en marzo del 2000.
Su primer encuentro se desarrolló en la parroquia de San Pedro contigua al Santuario del Beato donde le esperaban varios centenares de sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas. Todos reflejaban en sus rostros la alegría de encontrarse con el Sucesor de Pedro y de mostrar su adhesión a la Iglesia universal pero sin abandonarse a excesivas muestras de entusiasmo.
Nada más tomar la palabra el Santo Padre les agradeció “este tiempo que me regalan” y el testimonio de Benedicta una Hija de La Caridad que, con excepcional sencillez, narró la historia de su vocación que nació- dijo-“ gracias a la belleza de una imagen de la Virgen que con su mirada particular entró en tu corazón y suscitó el deseo de conocerla más. No fueron las palabras, ideas abstractas o fríos silogismos. Todo comenzó por una mirada bella que te cautivó”. A este propósito recordó la famosa expresión de Benedicto XVI :“la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”.
“No tengamos miedo- añadió- de querer inculturar el Evangelio cada vez más. Preparando este encuentro pude leer con cierto dolor que para muchos la fe cristiana es una fe extranjera, es la religión de los extranjeros. Esta realidad nos impulsa a buscar la manera de animarnos a decir la fe “en dialecto” a la manera de una madre le canta canciones de cuna a su niño. Con esa confianza darle rostro y “carne” tailandesa que es mucho más que realizar traducciones. Es dejar que el Evangelio se desvista de ropajes buenos pero extranjeros para sonar con la música que a ustedes les es propia en esta tierra “
Inmediatamente después recorrió los treinta metros que separan la parroquia del santuario del Beato Bunkerd Kitbamrung. Allí encontró reunidos a los dieciséis obispos tailandeses a los que se habían unido los miembros de la Federación de las Conferencias Episcopales Asiáticas formada por diecinueve entidades que van desde Bangladesh hasta China y Japón y ahora presidida por el arzobispo de Yangon (Myanmar) el cardenal Charles Bo.
“Ustedes viven – reconoció- en medio de un continente multicultural y multireligioso, dotado de gran belleza y prosperidad pero probado al mismo tiempo por una pobreza y explotación extendida a varios niveles…ustedes cargan sobre sus hombros las preocupaciones de su pueblos, al ver el flagelo de las drogas y el tráfico de personas, la necesidad de atender un gran número de migrantes y refugiados, las malas condiciones de trabajo, la explotación laboral experimentada por muchos, así como la desigualdad económica y social que existe entre ricos y pobres”.
No faltó en sus palabras esta advertencia: “Somos conscientes de que hay estructuras y mentalidades eclesiales que pueden llevar a condicionar negativamente un dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que les anima, las sostiene y las juzga… sin vida nueva y auténtico espíritu evangélico cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo…me gusta señalar que la misión, antes que actividades para realizar o proyectos para implementar, requiere una mirada y un olfato a cultivar, requiere una preocupación paternal o maternal porque la oveja se pierde cuando el pastor la da por perdida, nunca antes”.
“No perdamos de vista – les recordó – que muchas de vuestras tierras fueron evangelizadas por laicos. Ellos tuvieron la posibilidad de hablar el dialecto de su gente, ejercicio simple y directo de inculturación no teórica ni ideológica sino fruto del ardor por compartir a Cristo”.
Finalizado su discurso e impartida la bendición apostólica Bergoglio saludó y abrazó uno a uno a todos los obispos presentes, entre ellos al jesuita español, Kike Figaredo, conocido por su ayuda las víctimas de las minas personales en Camboya. Antes de regresar a Bangkok se reunió con sus hermanos jesuitas que trabajan y viven en Tailandia.