Japón es hoy una de las grandes potencias mundiales y acaba de inaugurar una nueva etapa en su milenaria historia; la abdicación, el 30 de abril, del emperador Akihito en favor de su hijo Naruhito ha reforzado la tradicional adhesión del pueblo nipón a la monarquía, aunque el “Tenno” (soberano celeste en japonés) haya renunciado a su estatuto de divinidad. Por otra parte, el actual soberano, de 59 años, inaugura una nueva era titulada “Reiwa”, que significa “orden, armonía y paz”, y ha manifestado su deseo de mantener la política de su padre de acercamiento al pueblo.

En un documentado artículo aparecido en La Civiltà Cattolica, el jesuita Giovanni Sale señala que el cambio en el “trono del crisantemo” y la visita del Pontífice romano se producen “en un momento muy delicado” para Japón, que debe gestionar su actual primer ministro, el liberal-democrático Shinzo Abe.

Crisis democráfica

Uno de los problemas más graves es la crisis demográfica que sufre esta hoy superpoblada nación, que cuenta con 126 millones de habitantes; dentro de veinte años, sin embargo, esa cifra se verá reducida a 110 millones y, en 2053, no llegará a cien. De ellos, la población que supera los 65 años es cada día mayor. Las consecuencias de este invierno demográfico repercuten negativamente sobre su economía porque esta necesita mano de obra extranjera y, a pesar de ello, las autoridades son muy reticentes a la hora de conceder permisos de residencia.

Pero Abe ha manifestado también su preocupación por el impacto negativo de esta crisis demográfica en el sector militar, ya que es cada vez menor el número de reclutas en las fuerzas armadas. Y, aunque la Constitución japonesa (n. 9) renuncia “por siempre al uso de la guerra y a la amenaza o al uso de la fuerza para resolver las controversias internacionales”, es obvio que el espectacular rearme de la Corea del Norte y la inestabilidad crónica de la política exterior del presidente Trump obligan a revisar es mandato constitucional.

Minoría católica

La visita papal ofrece, desde luego, un inestimable apoyo a la pequeña comunidad católica, que no llega al 0,5% de la población y que, además, está compuesta en buena parte por emigrantes extranjeros, sobre todo filipinos. Pero tendrá también una influencia muy positiva en el dialogo interreligioso; en este caso, con el sintoísmo, que es la religión dominante en Japón y con el que las relaciones son excelentes. Eso explica que en el séquito papal figure el cardenal español Miguel Ángel Ayuso, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.

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