Francisco a los obispos de Japón: “Una Iglesia martirial puede hablar con mayor libertad”

Francisco a los obispos de Japón: “Una Iglesia martirial puede hablar con mayor libertad”

Tras despedirse del pueblo tailandés hace siete horas, el papa Francisco ha proseguido su cuarto viaje a Asia y ha aterrizado, en pleno aguacero, en el aeropuerto de Tokio-Haneda a las 9:40 de la mañana (3:40 de la madrugada en España). Así es como Jorge Mario Bergoglio ha pisado suelo japonés y ha cumplido el sueño que tuvo cuando ingresó de joven en la Compañía y expresó su deseo de ser misionero en Japón; algo que sus superiores jesuitas no aceptaron por lo que entendían que era su frágil salud.

Tras el protocolario acto de bienvenida en el aeropuerto, ante las autoridades nacionales, diplomáticas y eclesiales del país, su primer acto ha sido en la nunciatura, donde descansará el resto de la jornada de hoy. Eso sí, antes se ha reunido con los obispos de Japón y les ha dirigido su primer discurso en tierras niponas.

Regalo de Dios

“No sé si sabrán -les ha confiado a los prelados-, pero desde joven sentía simpatía y cariño por estas tierras. Han pasado muchos años de aquel impulso misionero cuya realización se hizo esperar. Hoy, el Señor me regala la oportunidad de estar entre ustedes como peregrino misionero, tras los pasos de grandes testigos de la fe”.

Entre esos misioneros, el primero fue otro jesuita: “Se cumplen 470 años de la llegada de san Francisco Javier al Japón, quien marcó el comienzo de la difusión del cristianismo en esta tierra. En su memoria, quiero unirme a ustedes para dar gracias al Señor por todos aquellos que, a lo largo de los siglos, se dedicaron a sembrar el Evangelio y a servir al pueblo japonés con gran unción y amor; esta entrega le dio un rostro muy particular a la Iglesia nipona”.

Cristianos perseguidos

Un camino de fe que no siempre fue fácil y que recoge episodios de martirio: “Pienso en los mártires san Pablo Miki y sus compañeros, y en el beato Justo Takayama Ukon, que, en medio de tantas pruebas, dio testimonio hasta su muerte. Esta entrega para mantener viva la fe a través de la persecución ayudó a la pequeña comunidad cristiana a crecer, consolidarse y dar fruto. También pensemos en los ‘cristianos ocultos’, de la región de Nagasaki, que mantuvieron la fe por generaciones a través del bautismo, la oración y la catequesis; auténticas Iglesias domésticas que resplandecían en esta tierra, quizás sin saberlo, como espejo de la familia de Nazaret”.

Centrándose ya en el presente, Francisco ha reivindicado que “el camino del Señor nos muestra cómo su presencia se ‘juega’ en la vida cotidiana del pueblo fiel, que busca la manera de seguir haciendo presente su memoria; una presencia silenciosa, memoria viva que recuerda que, donde dos o más estén reunidos en su Nombre, allí estará Él, con la fuerza y la ternura de su Espíritu”.

Inserto en su ADN

Y es que “el ADN de vuestras comunidades está marcado por este testimonio, antídoto contra toda desesperanza, que nos señala el camino hacia donde poner la mirada. Ustedes son una Iglesia viva, que se ha mantenido pronunciando el Nombre del Señor y contemplando cómo Él los guiaba en medio de la persecución”.

“La siembra confiada -ha abundado el Papa-, el testimonio de los mártires y la paciente expectativa de los frutos que el Señor regala a su tiempo caracterizaron la modalidad apostólica con la que han sabido acompañar la cultura japonesa. Como resultado, forjaron a lo largo de estos años un rostro eclesial muy apreciado, en general, por la sociedad nipona, gracias a sus numerosas aportaciones al bien común”.

Patrimonio Cultural Mundial

“Este importante capítulo -ha ilustrado- de la historia del país y de la Iglesia universal ha sido ahora reconocido con la designación de las iglesias y pueblos de Nagasaki y Amakusa como lugares del Patrimonio Cultural Mundial; pero, sobre todo, como memoria viva del alma de vuestras comunidades, esperanza fecunda de toda evangelización”.

Aquí, Bergoglio, tras animar a todos los obispos a que se vuelquen con la gente de un modo integral, con la vida entera, ha reclamado que el misionero ha de encarnarse siempre en su pueblo, desde la propia de este: “La misión en estas tierras estuvo marcada por una fuerte búsqueda de inculturación y diálogo, que permitió el desarrollo de nuevas modalidades independientes a las desarrolladas en Europa. Sabemos que, desde el inicio, se usaron escritos, el teatro, la música y todo tipo de medios, en su gran mayoría en idioma japonés. Este hecho demuestra el amor que los primeros misioneros sentían por estas tierras”.

Proteger toda via

Para Bergoglio, “proteger toda vida [en referencia al lema de su visita] significa, en primer lugar, tener esta mirada contemplativa capaz de amar la vida de todo el pueblo que les fue confiado, para reconocer en él ante todo un don del Señor”. Aquí, citando su discurso del pasado 26 de enero en la Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, ha defendido que “solo lo que se ama puede ser salvado. Solo lo que se abraza puede ser transformado”.

Así, “proteger toda vida y anunciar el Evangelio no son dos cosas separadas ni contrapuestas: se reclaman y necesitan. Ambas significan estar atentos y velar ante todo aquello que hoy pueda estar impidiendo, en estas tierras, el desarrollo integral de las personas confiadas a la luz del Evangelio de Jesús”.

Presencia en clave de minoría

Desde esta perspectiva, como clara minoría, la fe cristiana en estas tierras puede robustecerse y construir sociedad: “Sabemos que la Iglesia en Japón es pequeña y los católicos son una minoría, pero esto no debe restarle valor a vuestro compromiso con una evangelización que, en vuestra situación particular, la palabra más fuerte y clara que pueden brindar es la de un testimonio humilde, cotidiano y de diálogo con otras tradiciones religiosas”.

“La hospitalidad y el cuidado -ha animado- que muestran a los numerosos trabajadores extranjeros, que representan más de la mitad de los católicos de Japón, no solo sirve como testimonio del Evangelio en medio de la sociedad japonesa, sino que también certifica la universalidad de la Iglesia, demostrando que nuestra unión con Cristo es más fuerte que cualquier otro vínculo o identidad, y es capaz de llegar y alcanzar a todas las realidades”.

Nagasaki e Hiroshima

En definitiva, “una Iglesia martirial puede hablar con mayor libertad, especialmente al abordar cuestiones urgentes de paz y justicia en nuestro mundo. Pronto visitaré Nagasaki e Hiroshima, donde rezaré por las víctimas del bombardeo catastrófico de estas dos ciudades, y me haré eco de vuestros propios llamados proféticos al desarme nuclear. Deseo encontrar a aquellos que aún sufren las heridas de este trágico episodio de la historia humana, así como a las víctimas del ‘triple desastre’. Su sufrimiento continuado es un recordatorio elocuente a nuestro deber humano y cristiano de ayudar a los que sufren en el cuerpo y en el espíritu, y de ofrecer a todos el mensaje evangélico de esperanza, curación y reconciliación”.

Porque “el mal no hace acepción de personas y no pregunta sobre pertenencias; simplemente, irrumpe con su vehemencia destructora, como ha sucedido recientemente con el devastador tifón que ha provocado tantas víctimas y daños materiales. Encomendemos a la misericordia del Señor a los que han muerto, a sus familiares, y a todos los que han perdido sus casas y bienes materiales. Que no tengamos miedo a desarrollar siempre, aquí y en todo el mundo, una misión capaz de levantar la voz y defender toda vida como un don preciado del Señor”.

Apuesta por la educuación

El Pontífice también ha animado al episcopado nipón “en sus esfuerzos para garantizar que la comunidad católica en Japón ofrezca un testimonio claro del Evangelio en medio de toda la sociedad. El apreciado apostolado educativo de la Iglesia representa un gran recurso para la evangelización, y demuestra el compromiso con las más amplias corrientes intelectuales y culturales; la calidad de su contribución dependerá naturalmente del fomento de su identidad y misión”.

Ahondando en algunas de las problemáticas más lacerantes en la sociedad japonesa, como “la soledad, la desesperación y el aislamiento” que sufren muchos ciudadanos, Bergoglio ha lamentado “el aumento del número de suicidios en vuestras ciudades, así como el bullying y diversas formas de auto exigencia que están creando nuevos tipos de alienación y desorientación espiritual. ¡Cómo afecta esto especialmente a los jóvenes!”.

Tiempo de calidad para los jóvenes

Frente a ello, ha pedido a los pastores que dediquen tiempo de calidad a los jóvenes, buscando “priorizar espacios donde la cultura de la eficacia, el rendimiento y el éxito se vea visitada por la cultura de un amor gratuito y desinteresado capaz de brindar a todos, y no solo a los que ‘llegaron’, posibilidades de una vida feliz y lograda. Con su celo, ideas y energía, así como con una buena formación y bien acompañados, vuestros jóvenes pueden ser una fuente importante de esperanza para sus contemporáneos y dar un testimonio vital de la caridad cristiana”.

Para Francisco, la clave última es esta: “Una búsqueda creativa, inculturada e ingeniosa del kerigma puede tener mucho eco en tantas vidas anhelantes de compasión. (…) El punto de partida para todo apostolado nace del lugar donde las personas están en sus rutinas y quehaceres. Allí, tenemos que llegar al alma de las ciudades, de los trabajos, de las universidades para acompañar con el Evangelio de la compasión y la misericordia a los fieles que nos fueron confiados”.

Así es como Francisco ha cerrado un largo día en el que se despidió de Tailandia y abrazó, culminando un sueño de juventud, a Japón, donde estará hasta el martes 26.

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