Era de noche a las seis de la tarde cuando el Papa llegó a Hiroshima. Hacía frío y algunos pocos miles de personas le esperaban en el inmenso Parque del Memorial de la Paz. Reinaba un silencio absoluto solo interrumpido por extractos de música clásica .
En el estrado principal se encontraban una veintena de líderes de diversas religiones –con mayoría de sintoístas y budistas– y de otras confesiones cristianas; también habían tomado asiento veinte víctimas que representaban a los 80.000 que causó la bomba lanzada sobre la ciudad el 6 de agosto de 1945; tanto ellos como ellas de avanzada edad como Yoshiko Jajimoto (88 años) y Koji Hosokawa supervivientes de la matanza y que intervinieron con escalofriantes testimonios.
”Por la calle –dijo la primera de 88 años- había personas que caminaban como fantasmas, personas cuyos cuerpos estaban tan quemados que no podía distinguir si eran hombres o mujeres, los cabellos erizados, los rostros hinchados, los labios caídos, la piel quemada que colgaba. Nadie en este mundo ha podido imaginar una escena tan infernal como esta. Hiroshima se había convertido en un extraordinario horno crematorio”.
Francisco, antes de tomar la palabra, les saludó cariñosamente uno a uno, escuchando sus recuerdos de una jornada que arruinó para siempre sus vidas. También depositó un ramo de flores blancas en el monumento funerario, permaneció ante él largos minutos de plegaria , encendió una vela y escuchó sobrecogido como todos los presentes el sonido de la campana que rememora la tragedia.
De su amplio discurso no puede dejar de escucharse la siguiente frase: “Con convicción deseo reiterar que el uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común. El uso de la energía atómica con fines de guerra es inmoral”.
Después de este domingo exhaustivamente dedicado al recuerdo del martirio de Nagasaki e Hiroshima (el Papa había salido de la Nunciatura poco antes de las siete de la mañana y regreso pasadas las diez de la noche) la jornada de mañana lunes tiene un carácter más oficial; entrevista con el emperador Naruhito y el primer ministro Shinzo Abe, encuentro con las autoridades y el Cuerpo Diplomático que será su último acto en la capital nipona. Antes habrá celebrado una Eucaristía en la Catedral de Tokio. El martes está prevista la vuelta a Roma.