El papa Francisco ha comenzado su homilía en el Tokyo Dome centrándose en el ‘Sermón de la montaña’. “Una montaña donde la cima no se alcanza con voluntarismo ni ‘carrerismo’ sino tan solo con la atenta, paciente y delicada escucha del Maestro en medio de las encrucijadas del camino”, ha explicado, para luego aseverar: “La cima se hace llanura para regalarnos una perspectiva siempre nueva de todo lo que nos rodea, centrada en la compasión del Padre. En Jesús encontramos la cima de lo que significa ser humanos y nos muestra el camino que nos conduce a la plenitud capaz de desbordar todos los cálculos conocidos; en Él encontramos una vida nueva donde experimentar la libertad de sabernos hijos amados”.
Siguiendo su alocución, el Papa ha afirmado que “la libertad de hijos puede verse asfixiada y debilitada cuando quedamos encerrados en el círculo vicioso de la ansiedad y de la competitividad, o cuando concentramos toda nuestra atención y mejores energías en la búsqueda sofocante y frenética de productividad y consumismo como único criterio para medir y convalidar nuestras opciones o definir quiénes somos y cuánto valemos. Una medida que poco a poco nos vuelve impermeables o insensibles a lo importante impulsando el corazón a latir con lo superfluo o pasajero”. Y ha clamado: “¡Cuánto oprime y encadena al alma el afán de creer que todo puede ser producido, conquistado o controlado!”.
Francisco se ha referido en concreto a Japón, una sociedad “con la economía altamente desarrollada”, pero en la que “no son pocas las personas que están socialmente aisladas, que permanecen al margen, incapaces de comprender el significado de la vida y de su propia existencia”. “El hogar, la escuela y la comunidad, destinados a ser lugares donde cada uno apoya y ayuda a los demás –ha continuado–, están siendo cada vez más deteriorados por la competición excesiva en la búsqueda de la ganancia y la eficiencia. Muchas personas se sienten confundidas e intranquilas, están abrumadas por demasiadas exigencias y preocupaciones que les quitan la paz y el equilibrio”.
Contra el egoísmo
En este sentido, Jorge Mario Bergoglio ha arremetido contra las “actitudes mundanas que buscan y persiguen solo el propio rédito o beneficio en este mundo, y el egoísmo que pretende la felicidad individual”, porque “en realidad solo nos hacen sutilmente infelices y esclavos, además de obstaculizar el desarrollo de una sociedad verdaderamente armoniosa y humana”.
Por ello, Bergoglio ha advertido que, “como comunidad cristiana, somos invitados a proteger toda vida y testimoniar con sabiduría y coraje un estilo marcado por la gratuidad y la compasión, la generosidad y la escucha simple, capaz de abrazar y recibir la vida como se presenta”. Y ha añadido: “El anuncio del Evangelio de la Vida nos impulsa y exige, como comunidad, que nos convirtamos en un hospital de campaña, preparado para curar las heridas y ofrecer siempre un camino de reconciliación y perdón. Porque para el cristiano la única medida posible con la cual juzgar cada persona y situación es la de la compasión del Padre por todos sus hijos”.
Por último, el Pontífice ha lanzado una petición expresa a trabajar en común: “Unidos al Señor, cooperando y dialogando siempre con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y también con los de convicciones religiosas diferentes, podemos transformarnos en levadura profética de una sociedad que proteja y se haga cargo cada vez más de toda vida”.