“No ha sido fácil empezar”. Así comenzó en la tarde de este 28 de noviembre Manuel Arroba, decano del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y la Familia, sección Madrid, su alocución ante los alumnos de esta institución académica, que ha pasado por azarosas vicisitudes en los últimos dos años, desde que fuese erigida por el papa Francisco para llevar a puerto las reflexiones salidas del Sínodo de la Familia de 2015 y de su exhortación Amoris laetitia.
Un mes después del nombramiento de este religioso claretiano que llevaba tres décadas en Roma, por fin hoy comenzaba “la vida ordinaria de este centro en la que, además quiere participar don Carlos Osoro hasta el punto de asumir la enseñanza de la pastoral familiar, un gesto muy significativo para este comienzo que hacemos con temor y temblor”.
Y es que, como ya informó Vida Nueva, la erección de este Instituto fue una petición expresa que le hizo el papa Francisco al cardenal arzobispo de Madrid para acoger una nueva realidad académica que suponía un antes y un después con respecto al Instituto que había sido creado en la década de los 80 impulsado por Juan Pablo II. El cierre del viejo Instituto en Roma sentó muy mal a un grupo de profesores que consideraban que se quería enterrar el magisterio del Papa polaco sobre la familia.
De ahí también que Arroba recordase que “no ha sido fácil empezar”, y consciente también “de las muchísimas expectativas que hay con respecto a la investigación y a los estudios que se impartirán en este Instituto”, señaló en alusión a que ahora habrá una visión más interdisciplinar a la hora de abordar la pastoral familiar.
“Sin la familia es difícil experimentar lo que es la esencia del Evangelio, que es experimentar la sensación de amar y de ser amado”, señaló el decano, quien también agradeció “la buena voluntad de la Fundación Casa de la Familia que nos acoge en estas instalaciones, remodeladas en tiempo récord, gracias también a la gestión administrativa de la Universidad Católica San Antonio de Murcia”.
A partir de ahora, y con un plantel de 16 profesores de la UPSA, Comillas, la Católica de Murcia y San Dámaso, se abre un tiempo en el que, como aseguró Arroba, “queremos alcanzar nuevas metas académicas y desde una perspectiva interdisciplinar”.
“El padre Arroba estaba más tranquilo en Roma, pero ha aceptado el nombramiento que le hizo el papa Francisco como decano de este Instituto y hay que agradecérselo”, señaló por su parte el cardenal arzobispo de Madrid. Osoro recordó ante los alumnos que el lugar que acoge esta nueva realidad académica, en la Plaza del Conde de Barajas, había acogido ya, gracias a la colaboración de la Fundación Casa de la Familia, la etapa anterior, “y sigue estando presente en esta nueva etapa que la Iglesia desea para el Pontificio Instituto”.
“El hacedor –añadió el purpurado– es José Luis Mendoza [presidente de la Universidad Católica San Antonio de Murcia], que no hace sino lo que hace siempre, que es prestar todos los medios que tiene, como ha hecho en esta ocasión para que este Instituto, como lo hizo el anterior, lleve a cabo los deseos que la Iglesia ha manifestado a partir de la celebración del Sínodo sobre la Familia de 2015 y la posterior exhortación apostólica Amoris laetitia”.
El también vice-gran canciller del Pontificio Instituto subrayó la importancia de las intuiciones que ya Juan Pablo II había apuntado con su también exhortación posinodal Familiaris consortio, y que junto con Amoris laetitia, “se ve la importancia que tiene centrar el Instituto en el estudio de la familia, ahora desde la perspectiva que también ofrecen las distintas ciencias” para así “ver el cuadro completo, porque eso es algo esencial”.
Osoro destacó “el gran servicio que brinda este Instituto, pero no solo a España, sino a todo América”, enfatizando además que “es un empeño de la Iglesia y no un empeño ideológico de este pobre arzobispo, es un empeño y un servicio de nuestra Madre Iglesia, por aproximarse a la realidad actual de las familias. Y es, además, una propuesta y apuesta pastoral de la Iglesia por las familias en estos tiempos”.
Finalmente, el arzobispo de Madrid, en tono distendido, pidió a los presentes “fiaros de este hombre, porque Manuel Arroba es un buen claretiano”.