“Hoy, con profundo dolor por estar viviendo tiempos de injusticias y de ausencia de paz”, denuncian los laicos católicos chilenos sobre la crisis que atraviesa el país
Este tipo de situación “no esperábamos verlas en Chile”, afirmó Pilar San Martín, integrante del equipo de crisis de Amnesty International, a su arribo a Santiago. “Vemos indicios de graves violaciones a los derechos humanos, agregó, de uso excesivo de la fuerza, de posibles actos de tortura, de posibles detenciones arbitrarias, pero lo más importante, es que lo vemos a un nivel masivo, y lo vemos durante una cantidad de tiempo muy mantenido con consecuencias muy graves para la población”.
El gobierno rechazó el informe de Amnesty entregado al término de su misión. Refutó sus denuncias a través de la subsecretaria Lorena Recabarren quien dijo que ese informe “incluye aseveraciones irresponsables sin el respaldo correspondiente, desconociendo el adecuado funcionamiento de las instituciones democráticas”.
A los pocos días, arribó al país José Miguel Vivanco, chileno, director ejecutivo para las Américas de Human Rights Watch. Su visita duró dos semanas, liderando un equipo de profesionales de esa institución quienes entrevistaron más de 70 personas de diversos ámbitos, visitaron organismos diferentes y participaron como testigos de manifestaciones.
“Existe evidencia sólida de uso excesivo de la fuerza contra manifestantes y transeúntes”, señala su informe, y agrega que “hay pruebas consistentes que Carabineros utilizó la fuerza de manera excesiva en respuesta a las protestas e hirió a miles de personas, con independencia de si habían participado en hechos violentos o no”. También reconoce que hubo “algunos grupos que cometieron graves actos de violencia, como ataques a carabineros y a comisarias con piedras y bombas Molotov, saqueos y quema de bienes públicos y privados”.
El informe detalla el uso “indiscriminado e indebido” de armas de fuego por parte de Carabineros, y también da cuenta de las denuncias por maltratos, abuso sexual y tortura, por parte de uniformados a manifestantes.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos ha informado que el número heridos en manifestaciones desde el jueves 17 de octubre llega a 2.808 personas, de ellas 232 presentan lesiones oculares, con pérdida de visión en uno o ambos ojos.
Mientras, en la Plaza de Armas de Santiago, un grupo pequeño realizó un acto significativo. Animado por Ruth, trabajadora de la ex Vicaría de la Solidaridad del Arzobispado, el grupo se reunió en torno a un cirio en el atrio de la Catedral. Ruth empezó diciendo: “Hoy, con profundo dolor por estar viviendo tiempos de injusticias y de ausencia de paz, realizaremos juntos el mismo rito”, refiriéndose al compromiso por el respeto de los derechos fundamentales adoptado hace 41 años y renovado cada año.
El sábado 25 de noviembre de 1978, las puertas de la Catedral de Santiago estaban acechadas por militares parapetados en la Plaza de Armas o en edificios colindantes. Al interior del templo, se llevaba a cabo en los tres días anteriores, el Simposio internacional de Derechos Humanos convocado por el entonces arzobispo de Santiago, cardenal Raúl Silva Henríquez, con el lema “El derecho a ser persona”.
El documento final, la Carta de Santiago, contenía las conclusiones y las reflexiones de esos días de trabajo junto a expertos en derechos humanos de todo el mundo. Allí, se proclamó el daño a las naciones y sus pueblos, al no respetar los derechos humanos declarados por las Naciones Unidas.
Esa Carta se leyó al término del Simposio en torno al Cirio Pascual encendido, y un coro y orquesta entonaron la Cantata de los Derechos Humanos.
Quienes participaron en ese simposio, el 25 de noviembre de 1978, se comprometieron a renovar cada año ese compromiso y este año, otra vez, encendieron el mismo cirio del Simposio, y que este lunes 25 de noviembre se volvió a encender en la Plaza de Armas, en el frontis de la catedral.
Celestino Aós, Administrador Apostólico de Santiago, presente en el acto, señaló que “como cristianos reconocemos la dignidad de toda persona humana y en todas las circunstancias. Nos duele constatar cómo cada pecado ofende a Dios y al mismo tiempo lesiona la dignidad humana. Hoy estamos sometidos a la presencia del pecado, a la presencia del mal, que se hace violencia, que se hace injusticia, y por eso que hemos querido recordar el pasado, mirando también el presente, para renovar nuestro compromiso de ser todos agentes de paz, mensajeros de verdad y de justicia. Ser instrumentos de Dios para crear un Chile nuevo y mejor”, dijo el obispo Aós.