“La Iglesia, cuando se encuentra con estas realidades de parejas heridas, antes que nada llora y sufre con ellas; se acerca con el aceite del consuelo, para calmar y sanar; quiere cargar sobre sí misma el dolor que encuentra”. Es el mandato del Papa a los participantes en el curso de formación para la protección del matrimonio y la atención pastoral de las parejas heridas, organizado durante esta semana por el Tribunal de la Rota Romana en el Palazzo de la Cancelleria.
Francisco sentenció que estas situaciones de dificultad “no pueden ser tratadas con un enfoque meramente burocrático, casi mecánico”, sino que “se trata más bien de entrar en la vida de las personas que sufren y tienen sed de serenidad y de felicidad personal y de pareja”.
No pasar de largo
“La Iglesia no podrá pasar nunca de largo mirando hacia otro lado”, subrayó el Papa sobre lo que considera “heridas sangrantes” que provienen de causas psicológicas, físicas, ambientales, culturales…
“Incluso en sus procedimientos canónicos y jurisprudenciales, la Iglesia busca siempre y sólo el bien de las personas heridas, busca la verdad de su amor”, comentó el Papa, que de forma insistente remarcó que no puede ser “imparcial o fría”.
Examinar, discernir y juzgar
Desde ahí aconsejó a quienes están al frente de estas tareas canónicas que confíen en el Espíritu Santo para “ ser capaces de examinar, discernir y juzgar” y evitar generar un proceso “matemático”.
Durante su alocución, el Papa reivindicó la importancia del matrimonio. “El sacramento no se improvisa”, destacó el Papa, que planteó la necesidad de la preparación de los novios desde “una buena integración psicológica, afectiva, relacional y de proyectos, necesaria también para la estabilidad de su futura unión”.
