José María Rodríguez Olaizola tiene claro que la Vida Consagrada es buena depositaria de esperanza. Entre otras cosas, los religiosos demuestran que “el para siempre es posible”. Así lo expone el secretario de Comunicación de la Provincia España de los Jesuitas en una entrevista con somosCONFER al término de la XXVI Asamblea General de la CONFER, en la que moderó una mesa redonda con consagrados más y menos jóvenes.
PREGUNTA.- ¿Es la Vida Consagrada una buena depositaria de la esperanza que hoy necesita la Iglesia y el mundo?
RESPUESTA.- La Vida Consagrada mantiene varias promesas que el mundo necesita. La primera, que la fe es posible. Una fe tan valiosa como para consagrar la propia vida a la búsqueda de Dios y a tratar de que la sociedad sea reflejo de ese Dios-amor. La segunda, que el para siempre es posible. En un mundo de inestabilidad y proyectos fugaces, la permanencia, la fidelidad, la determinación de luchar por lo que uno cree, es testimonio de que es posible echar raíz. La tercera, la comunidad en un mundo de individualismo. Una comunidad que además es diversa. Todo eso –y mucho más– es, sin duda, motivo de esperanza.
P.- ¿Qué prima más en la Vida Religiosa actual: los sueños de los viejos o las profecías de los jóvenes?
R.- Creo que ambos se complementan. Los sueños de los mayores (de los que siguen soñando) tienen un punto de realismo y perspectiva muy necesario. La profecía de los jóvenes (los que son proféticos) ofrece rebeldía, resistencia y pasión. Ambos son muy necesarios.
P.- ¿Los odres nuevos solo admiten vino nuevo? ¿Dónde se guarda el “gran reserva” de los hermanos mayores?
R.- Lo de vino nuevo en odres nuevos no es nuestro, sino de Jesús. Por lo tanto, intentemos mantenerlo tal cual. Quizás la clave es no identificar lo nuevo con lo joven y lo viejo con lo anciano. El odre nuevo es nuestra sociedad, con todos los cambios que hay y los nuevos retos que plantea. Y el vino nuevo (necesario) son las respuestas de hoy a problemas de hoy. Esas respuestas las pueden dar tanto el ímpetu y las ganas de los jóvenes como la sabiduría de los mayores que siguen atentos al mundo de hoy y no presos de la nostalgia por el mundo de ayer.