El Adviento vaticano ha arrancado con aires africanos. Así ha quedado de manifiesto durante la eucaristía en la basílica de San Pedro que el Papa ha presidido con motivo del 25º aniversario de la fundación de la capellanía congoleña de Roma.
A ellos se ha dirigido Francisco durante la primera homilía del año litúrgico, al subrayar que, lejos de ser considerados extranjeros, para Dios, “siempre eres bienvenidos, nunca somos extraños sino hijos esperados”. Además de subrayar a la comunidad congoleña que la Iglesia es “su casa”, el Papa pronunció un alegato en favor de la reconciliación en República Democrática del Congo.
“Hoy rezamos por la paz, seriamente amenazada en el este del país, especialmente en los territorios de Beni y Minembwe, donde estallan los conflictos, alimentados también desde afuera, en el silencio cómplice de muchos, conflictos alimentados por aquellos que se enriquecen vendiendo armas”, dijo el Papa que reclamó un desarme urgente en Congo y los países vecinos que permita convertir “una economía que usa la guerra a una economía que sirve a la paz”.
El Papa ha invitado a los cristianos a adentrarse en el camino del Adviento que lleva a la Navidad, recordando que la venida de Jesús es “la raíz de nuestra esperanza, la seguridad de que el consuelo de Dios nos alcanza entre las tribulaciones del mundo, un consuelo que no está hecho de palabras sino de presencia, de su presencia que viene entre nosotros”.
“Más allá de cualquier evento favorable o contrario, el Señor no nos deja solos, comentó para recordar que no solo nació hace dos mil años, sino que “también entra en mi vida hoy, en tu vida” con sus problemas, angustias e incertidumbres. “El Señor no se ha cansado y nunca se cansará de nosotros, quiere venir a visitarnos”, defendió el Papa.
También abordó en su homilía el auge de la codicia y el consumismo, que presentó como “un virus que afecta a la fe en su raíz, porque te hace creer que la vida depende solo de lo que tienes, por lo que te olvidas de Dios que viene a ti y a quienes te rodean”.
Esta reflexión le llevó a alertar del actual “invierno demográfico” que hace que “las casas se llenen de cosas pero están vacías de niños”. “Depende de nosotros desenmascarar el engaño de que somos felices si tenemos tantas cosas , resiste las deslumbrantes luces de consumo, que brillarán en todas partes este mes, y cree que la oración y la caridad no son tiempo perdido, sino los mayores tesoros”, planteó a los fieles que llenaban la basílica.