Más de 150 personas, de 34 diócesis, vinculadas a la Pastoral Obrera han participado en El Escorial desde el pasado 29 de noviembre en las Jornadas Generales que han conmemorado la publicación, hace 25 años del documento La Pastoral Obrera de toda la Iglesia de la Conferencia Episcopal Española. Una oportunidad para hacer balance del camino recorrido en este campo. Han participado también Antonio Algora, obispo responsable del Departamento de Pastoral Obrera, y Luis Manuel Romero, director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar.
El trabajo, lugar eclesial
Los participantes aprobaron un comunicado final en el que se han mostrado agradecidos por el trabajo realizado en este cuarto de siglo, especialmente en el compromiso por “quienes son víctimas de la precariedad, el empobrecimiento y la deshumanización que sigue sufriendo, también hoy, el mundo obrero y del trabajo”.
Mirando a la realidad actual, “los retos de la nueva revolución industrial y de la robotización del empleo, siguen reclamando la presencia de la Iglesia”. “Reconocemos el trabajo como lugar humano, como lugar eclesial, como lugar teologal, y por eso el trabajo humano como principio de vida ha de seguir estando en el centro de la misión de toda la Iglesia”, añaden señalando la iniciativa “Iglesia por el Trabajo Decente”.
Un nuevo orden económico
Reclaman que “es necesario construir un proyecto de humanización con todos los trabajadores y trabajadoras que plante cara a la desigualdad y el empobrecimiento creciente, aportando el valor y el sentido del trabajo como principio de vida”. Para ello, invitan a los cristianos a denunciar “las agresiones normalizadas e invisibilizadas de la siniestralidad laboral” o la “inequidad que genera violencia” y postulan “el nacimiento de un nuevo orden económico y social, donde junto a la lucha contra la pobreza y sus causas, contra la precariedad vital, seamos capaces de cambiar personal y globalmente nuestra relación con la creación, porque convertimos nuestras prácticas cotidianas y nuestros estilos de vida”.
Para ello, han acordado “poner en marcha un proceso sinodal de mirada a la realidad” del mundo obrero para “acompañar como Iglesia la vida las trabajadoras y trabajadores empobrecidos, a generar una nueva manera de pensar, sentir y vivir; una nueva mentalidad que haga que las instituciones vuelvan a estar al servicio de las personas y de sus necesidades humanas”.