“La defensa de la Casa común no es una opción para los cristianos, ni para nadie. Es urgente que se tomen medidas y no podemos fiarlo solo a los Estados; también tenemos que aplicarlo a los comportamientos individuales”. Así lo apunta en conversación con Vida Nueva Jesús Avezuela, director general de la Fundación Pablo VI, que acoge mañana, jueves 5 de diciembre, el foro ‘La cumbre del cambio climático y el cuidado de la Casa común’ en su auditorio.
PREGUNTA.- La Fundación Pablo VI busca el diálogo con la sociedad en el marco de la cultura del encuentro a la que nos llama el papa Francisco. En la cuestión climática, ¿es la sociedad conocedora realmente de que el cuidado de la Casa común es una preocupación de los católicos?
RESPUESTA.- Evidentemente existe una conciencia muy generalizada sobre la necesidad de poner el foco en el cuidado de la Casa común. Conciencia que yo creo que no solo es el resultado de las muchas evidencias científicas de los últimos años, con un consenso científico generalizado, sino que es resultado de que la propia Iglesia ha venido históricamente insistiendo en la necesidad de políticas, medidas y conductas en favor de un planeta sostenible. En este punto, evidentemente, la encíclica ‘Laudato si” ha permitido visibilizar y materializar, en un momento de absoluta urgencia para el planeta, la postura secular de la Iglesia en este aspecto.
La sociedad lo sabe. La defensa de la Casa común no es un invento de ayer, sino que bebe del Evangelio. En este sentido, es relevante que ‘Laudato si” se publicará en mayo de 2015, unos meses antes del famoso Acuerdo de París. Gracias a ello, la sociedad sabe que la Iglesia ha tomado un papel preponderante y es una preocupación de los católicos el cuidado de la Casa común.
P.- ¿Qué espera de la COP25? ¿Será un punto de inflexión para la justicia climática?
R.- En todas las cumbres se ponen expectativas muy altas, entonces, a veces, los resultados nos acaban defraudando. Hay que ver el lado positivo, pues no es fácil buscar los puntos comunes entre 200 Estados. Todos los pasos que se den, y creo que se van a dar, serán positivos. El Acuerdo de París fue un punto de inflexión importante. La urgencia hoy es inminente y será un nuevo punto de inflexión para alcanzar las medidas necesarias.
P.- A menudo se entiende la defensa del planeta como una ideología, una lucha de izquierdas. Sin embargo, forma parte del ADN de todo católico desde san Francisco de Asís hasta hoy. ¿Debe la Iglesia abanderar la defensa del planeta y, por tanto, de la vida?
R.- La defensa del planeta y de la vida se abandera en el Evangelio, no es propiedad de un sector de la Iglesia; forma parte de todos los católicos. No es un tema de ideologías, ni de izquierdas y derechas. Pero esta no es solo una preocupación de la Iglesia, también lo es de otras religiones y de la sociedad civil. En los últimos tiempos, he podido presenciar en las reuniones de la COMECE que muchos de los parlamentarios europeos que empujan y lideran iniciativas en el terreno de la ecología han reconocido la labor y preocupación de la Iglesia católica, y nos ven como un actor importante para tender puentes de encuentro. La Iglesia es una plataforma privilegiada de diálogo. La ‘Laudato si” insiste constantemente en este diálogo y es un documento que ha permitido a la Iglesia hacerse presente aunque esta cuestión no sea nueva para nosotros.
P.- ¿La defensa de la Casa común es una opción para los cristianos? ¿O ya se ha convertido en un deber?
R.- No es una opción para los cristianos, ni para nadie. Es urgente que se tomen medidas y no podemos fiarlo solo a los Estados; también tenemos que aplicarlo a los comportamientos individuales. Si en cada COP los mejores científicos del mundo afirman que esto es una urgencia, aunque los demás no seamos científicos tenemos claro que no hay opción. La urgencia climática es solo remediable si los países desarrollados limitan sus emisiones y favorecen programas de desarrollo sostenible.