Un belén de madera con una veintena de estatuas y un abeto de unos 26 metros de altura. De esta manera, el Vaticano exterioriza la celebración de la Navidad a cuantos peregrinos y turistas se acerquen a la plaza de San Pedro. El papa Francisco presidió ayer la puesta de largo de la decoración navideña.
Y lo hizo con un mensaje de calado ecológico, con la Cumbre del Clima de Madrid como telón de fondo. Durante su alocución, el Papa hizo referencia a la devastadora tormenta de otoño que azotó Triveneto, región norteña de Italia: “Son acontecimientos que nos asustan, son señales de alerta que nos envía la creación, y que nos piden que tomemos de inmediato decisiones efectivas para la protección de nuestra Casa común”.
Además, al agradecer las donaciones de todos los árboles que ambientarán en estos días el Estado más pequeño del mundo, explicó cómo, en “lugar de las plantas removidas, se replantarán 40 abetos para reintegrar los bosques seriamente dañados por la tormenta”.
El rostro del Niño
En relación al belén, el Papa expresó su deseo de que la adoración al Niño Jesús “nos ayude a contemplarlo en el rostro de los que sufren, y nos sostenga en el compromiso de ser solidarios con las personas más frágiles y débiles”.
Francisco hizo también referencia a su reciente viaje a Greccio, donde firmó su carta apostólica’Admirabile signum’ y reinvidicó una vez más la eficacia catequética y evangelizadora del belén, en el marco de la piedad popular: “Es un signo sencillo y maravilloso de nuestra fe y no se pierde; es más, es bello que se transmita de padres a hijos, de abuelos a nietos. Es una manera genuina de comunicar el Evangelio”.
En este sentido, el Papa advirtió de que “vivimos en un mundo que a veces parece tener miedo de recordar lo que realmente es la Navidad, y borra los signos cristianos para conservar sólo aquellos de un imaginario banal, comercial”.