Día grande para la Iglesia en Centroamérica y para la Orden de los Hermanos de las Escuelas Cristianas: 37 años después de su martirio, hoy será elevado a los altares el hermano Santiago Miller en una ceremonia que preside, en la ciudad de Huehuetenango (Guatemala), el cardenal de Panamá, el español José Luis Lacunza.
En esa misma ciudad, James Miller (que ese era su verdadero nombre), murió asesinado el 13 de febrero de 1982, razón por la cual en noviembre de 2018, el papa Francisco firmó el decreto mediante el cual reconoció el “martirio” de un todavía joven profesor que había nacido en Stevens Point (Estados Unidos) el 21 de septiembre de 1944.
“El buen educador católico es como una semilla que tarde o temprano fructifica, pone las bases de una personalidad firme, de una fe valiente y decidida. Y enseña a los jóvenes a razonar con criterio propio para tomar decisiones consistentes con su fe, como lo hizo este hermano mártir, manteniéndose cerca de sus chicos hasta el final “, ha señalado el cardenal Lacunza a Vatican News a propósito de la figura del nuevo beato.
Desde la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle), subrayan “la vida apasionada por los pobres del hermano Santiago”, quien desde los Estados Unidos fue enviado como misionero a tierras centroamericanas “para desempeñar su ministerio apostólico, acompañando especialmente a la gente de Nicaragua y Guatemala”.
“Dejó su legado en Centroamérica, especialmente en la comunidad católica de Nicaragua y Huehuetenango, así como en la memoria de sus jóvenes estudiantes”, señalan desde esta congregación, que subraya “los incansables esfuerzos por defender la educación y los derechos de la niñez y juventud por la que ofrendó su vida” el hermano Santiago.
El 13 de febrero, el hermano Miller fue acribillado a balazos por tres individuos con los rostros cubiertos y que, al parecer, habían estado merodeando por las inmediaciones del Centro Indígena, donde él se encontraba. Nunca se detuvo a sus asesinos.
Eran los años de plomo en una Guatemala donde campaban a sus anchas los paramilitares de los “escuadrones de la muerte”. “El nivel de violencia aquí está alcanzando proporciones espantosas (asesinatos, torturas, secuestros, amenazas) y la Iglesia está siendo perseguida por su opción por los pobres”, escribía el hermano Santiago a su antiguo director de novicios.
“Personalmente estoy harto de violencia, pero sigo sintiéndome ligado a los pobres que sufren en América Central. Dios sabe por qué sigue llamándome a Guatemala cuando algunos amigos y familiares me aconsejan salir de ahí por propio bien y seguridad”, escribió días antes de su asesinato el nuevo beato. Hoy la Iglesia lo ha propuesto como ejemplo del educador católico.