Entrevistas

La UPSA y los Operarios impulsan una cátedra para potenciar la formación permanente de los sacerdotes

  • El coordinador de la Cátedra y profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca, Gaspar Hernández Peludo, repasa para Vida Nueva la urgencia de esta iniciativa
  • Una jornada sobre las implicaciones actuales de los presbíteros ha sido el punto de partida de esta propuesta de investigación y formación





El pasado 26 de noviembre se ponía en marcha la Cátedra Mosén Sol, una iniciativa amparada por la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca patrocinada por la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Una propuesta que tiene por finalidad promover la investigación sobre el ministerio ordenado y la formación sacerdotal de la Iglesia y profundizar sobre la figura y obra del beato Manuel Domingo y Sol, fundador de la Hermandad.



Gaspar Hernández Peludo, coordinador de la Cátedra –además de ser profesor de la UPSA y rector del Seminario diocesano de Ávila–, repasa para Vida Nueva los proyectos que se pondrán en marcha en esta nueva iniciativa.

Una reflexión necesaria

PREGUNTA- ¿Cómo surge la Cátedra Mosén Sol y por qué precisamente ahora?

RESPUESTA- La Cátedra es una iniciativa de la Hermandad de sacerdotes Operarios diocesanos en fidelidad al carisma fundacional recibido del Beato Mosén Sol para la promoción y formación de las vocaciones, particularmente de la vocación sacerdotal. La cátedra surge como una propuesta para responder a la necesidad de reflexionar sobre la actual crisis vocacional en la Iglesia y en el ministerio sacerdotal, a través de la docencia, la investigación y las publicaciones. Hoy es muy necesaria una reflexión teológica sólida y compartida sobre el ministerio ordenado que tenga también implicaciones prácticas en el proceso formativo de los seminaristas y sacerdotes.

P.- Su finalidad está muy relacionada con las inquietudes de Manuel Domingo y Sol, ¿qué retos tiene hoy en día la formación de los presbíteros?

R.- Entre otros podríamos destacar los siguientes: una formación específica para el ministerio sacerdotal a través de itinerarios formativos que, fundados en la identidad y espiritualidad del presbítero diocesano tal como se ha explicitado en el Magisterio conciliar y posconciliar, integren armónicamente todas las dimensiones de la persona y los aspectos concretos de la vida y del ministerio sacerdotal; el acompañamiento sistemático del seminarista o del sacerdote a nivel personal y grupal que le permita integrar su propia personalidad en el ejercicio del ministerio; el adecuado discernimiento y selección de las vocaciones sacerdotales que garantice la existencia de un auténtico deseo de santidad y la voluntad de ponerse al servicio del Pueblo de Dios; una formación comunitaria que prepare para la vivencia concreta de la fraternidad presbiteral y de la comunión eclesial; una formación apostólica que permita responder eficazmente a la necesaria conversión misionera de la pastoral y del modo de ser presbítero hoy; y, finalmente, la preparación específica de formadores que, tanto en la formación inicial como permanente, estén capacitados para atender convenientemente a estos retos.

Los retos del sacerdote

P.- La primera actividad ha sido una jornada académica sobre el sacramento del orden hoy, ¿qué han aportado los especialistas reunidos en esta cita?

R.- La jornada se dividió en cuatro sesiones con un amplio diálogo sobre la bibliografía reciente y temas de actualidad acerca del ministerio ordenado tales como la repercusión de los abusos; la relación entre desafíos pastorales, existencia sacerdotal y reflexión teológica; la mujer y los ministerios; la importancia de la sacramentalidad del ministerio y de la persona ordenada en sus rasgos personal, colegial y sinodal, superando una visión puramente funcional del mismo; la unidad del sacramento del orden desde el episcopado y sus consecuencias; la profundización en la ordenación mutua del sacerdocio bautismal y el sacerdocio ministerial; repensar el sentido de la “potestad sagrada” como servicio y el ejercicio del triple ‘munus’; la necesaria integración entre la dimensión cristológica (representación de Cristo Cabeza como Siervo y Pastor como Esposo), la dimensión eclesiológica (al servicio de la Iglesia comunión en sus relaciones fundamentales y de su misión en el mundo) y pneumatológica (en la fuerza del Espíritu) del ministerio ordenado; las claves principales de una espiritualidad sacerdotal o cuestiones sobre la configuración concreta de la existencia sacerdotal especialmente en relación con el celibato.

P.- Más allá de la cátedra, ¿se está creando en los nuevos sacerdotes una sensibilidad por la formación y la actualización permanente?

R.- Se trata de una insistencia de la nueva ‘Ratio Fundamentalis’ y de la ‘Ratio nationalis’ española que pronto será publicada, pues aún predomina entre nosotros una concepción de la formación permanente consistente en la actualización teológica y pastoral o reducida a algunas etapas de la vida sacerdotal cuando, en realidad, debería ser más integral en sus dimensiones, más comunitaria en el ámbito de la fraternidad del presbiterio y más acompañada en su proceso. A reavivar, cultivar y alimentar esa sensibilidad quiere contribuir también la cátedra.

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