“En el día de la Inmaculada Concepción, nos hace bien recordar que el Dios en quien María puso su fe y confianza es el Dios que irrumpe en la historia y manifiesta su misericordia y fidelidad con su pueblo deshaciendo a los soberbios y sus planes, derribando a los poderosos de sus tronos y exaltando a los humildes, colmando de bienes a los hambrientos, y despidiendo a los ricos con las manos vacías”, afirman las integrantes del movimiento ‘Mujeres Iglesia’ en declaración pública.
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Con ella quieren “proponer caminos para una colaboración más activa y lúcida con el gran proceso de cambios políticos que se ha abierto gracias a las últimas semanas de intensa protesta social en nuestro país. Como discípulas y discípulos de Cristo nos sentimos interpelados”, aseguran.
Interpeladas por las protestas sociales
Mujeres – Iglesia se originó hace dos años como reacción a la crisis en la Iglesia chilena debido a las denuncias por abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por sacerdotes, principalmente. Se ha extendido a muchas diócesis donde ya hay grupos organizados cuyas representantes se reunieron en la ciudad de Concepción hace unos meses definiendo sus estrategias y actividades futuras.
Su reciente declaración nace de las manifestaciones sociales que aún persisten en el país y expresan su queja porque muchos templos están cerrados con protecciones “para evitar agresiones, en vez de ser espacios abiertos para que la comunidad ore y dialogue en estos días en que la crisis social es evidente”. “Como laicas y laicos, agregan, nos duele que la conferencia episcopal reaccione públicamente para condenar el vandalismo a templos, y no se haya manifestado a tiempo y con suficiente fuerza para condenar la violencia en contra de seres humanos, templos vivos del Espíritu (1-Cor. 6, 19), y lugar privilegiado de la presencia de Cristo en el mundo (Mt. 25)”, lamentan.
Aseguran querer “colaborar en la construcción de una Iglesia de puertas abiertas, en la que cada parroquia, capilla, colegio y comunidad ofrezca sus recursos materiales y humanos a quienes activamente quieren participar en una salida pacífica y democrática a esta crisis política y social. Queremos ser una comunidad viva, en la que las voces y talentos de cada uno tengan un espacio y puedan contribuir a construir un nuevo Chile. Queremos que nuestro país y nuestra Iglesia realmente sean una mesa para todos y no solo para unos pocos”.
Nuevas estructuras eclesiales
El documento, titulado “Si queremos paz, trabajemos por la democracia, la dignidad y la justicia”, afirma que “ser una Iglesia abierta y en salida implica también construir estructuras eclesiales de participación y toma de decisiones más igualitarias, desterrar toda forma de discriminación, avanzar a una mayor solidaridad entre comunidades, incluir activamente a las mujeres en espacios de toma de decisiones, ofrecer espacios de discernimiento y acción socio-política que nos permitan hacer carne el evangelio en medio de las diversas realidades de nuestro Chile”.
Recuerdan la rica tradición de solidaridad en la iglesia chilena y ven que la protesta social actual “ha puesto al país frente a sí mismo y ha abierto una oportunidad única para una redefinición democrática de nuestros derechos, deberes, valores e instituciones” frente a lo cual señalan que “no basta con esperar, encerrados en nuestros templos, a que llegue la paz. Tampoco basta solamente llamar a participar el día de las elecciones. Debemos colaborar activamente en la construcción de un pueblo capaz de deliberar colectivamente sobre su futuro y ejercitar la democracia”.
Reconocen que la iglesia se ha distanciado del pueblo y vive una crisis de legitimidad y confianza. “Seguir avanzando en mayor justicia, transparencia y sincera acogida a las víctimas debe ser nuestra primera tarea, si queremos volver a ser una institución creíble y capaz de ofrecer la vida abundante prometida por Cristo” afirman. Reconocen que este proceso ya empieza a vivirse en muchas comunidades “que han salido a la calle, han abierto sus espacios para realizar cabildos y se han sumado de manera activa y no violenta al movimiento de protesta y de reflexión del pueblo de Chile. Agradecemos también a laicas y laicos, miembros de movimientos sociales, profesionales, políticos, artistas e intelectuales que han trabajado por defender los derechos humanos y promover una salida democrática al conflicto desde sus áreas de trabajo e influencia social”.