Miguel Ángel Gullón: “Yo veo cada día el pecado ecológico en El Seibo”

El misionero en República Dominicana denuncia en entrevista con Vida Nueva que en su provincia “se esclaviza a la gente y la tierra es un desierto”

Miguel Ángel Gullón, misionero dominico en El Seibo, República Dominicana

Uno de los grandes problemas que lastran a República Dominicana es la acaparación de tierras por parte de terratenientes y de grandes empresas que, gracias a la complicidad de los gobiernos y a través de sicarios y de emisiones de títulos de dudosa legitimidad, arrebatan a los campesinos sus casas y espacios de cultivo. Así, aunque el latifundio y el monocultivo están prohibidos por la Constitución, la tierra dominicana está en manos de unos pocos. Esta problemática se recrudece en la provincia de El Seibo, donde solo cinco hombres acumulan hasta 500.000 hectáreas… Un drama que se ha agudizado con la presencia en la zona de dos grandes empresas azucareras, Central Romana y Grupo Vicini.



Todo este sufrimiento lo hacen suyo desde hace mucho tiempo los religiosos dominicos, quienes, a través de altavoces como Selvas Amazónicas, Acción Verapaz, Fundación Anacaona o Radio Seybo (en la que se involucran los propios campesinos), claman contra estas injusticias. Uno de sus referentes es el dominico español Miguel Ángel Gullón.

PREGUNTA.- Tu tesis doctoral se titula ‘La dignidad de la persona en la nueva evangelización, siguiendo la estela de la reflexión teológica de Gustavo Gutiérrez’. Tras un total de 20 años en República Dominicana, 14 de ellos en El Seibo, tú mismo eres testigo y partícipe de este histórico combate entre fe y capitalismo salvaje en el pueblo en el que te has encarnado…

RESPUESTA.- Mi reflexión nace de la paciente contemplación de los acontecimientos que reflejan la gracia divina, así como de las situaciones que oscurecen la dignidad humana con las heridas sangrantes de la tierra que afectan a muchas familias que nacieron en ella y hoy no pueden ni siquiera mirarla. He podido constatar muchos factores desencadenantes de la conculcación de los derechos humanos básicos. Pero también se palpa la extraordinaria fuerza de la Palabra de Dios, que no solo confirma la dignidad humana, sino que, además, señala el único camino para llevar a cabo su verdadero rescate.

He aprendido mucho de la gente. Hablamos el mismo idioma, pero, al escucharles, al acompañarles, es cuando he palpado la injusticia. La dignidad de la persona humana es un tema que me apasiona y me preocupa, sobre todo desde que estoy compartiendo mi vida con tantas personas y comunidades, inserto en la cultura latinoamericana y caribeña, que constituye un yacimiento importante de vida, fuente de creatividad y belleza, recreación de los valores esenciales de la persona.

La familia dominica lleva muchísimos años comprometida en la zona, conjugando el anuncio del Reino y la denuncia de la vulneración de los derechos humanos. Allí, hace ahora 50 años, el obispo Juan Félix Pepén denunció claramente que a los campesinos les estaban siendo robadas sus tierras. En su carta pastoral ‘Sobre el problema agrario y sus posibles soluciones’, escribió: “A la Iglesia le preocupa la suerte económica de nuestro campesino, porque quien carece de lo necesario para una vida digna de ordinario no está en condiciones de ser un buen cristiano”. Y así seguimos.

P.- En vuestra denuncia de que las comunidades locales sufren el despojo de sus tierras y de sus casas, habéis ido hasta la ONU…

R.- Fue en 2016, en Ginebra. Logramos que llegara el caso de 80 familias despojadas de todo por Central Romana… Tras seis meses de trabajo, nos dieron la razón y aseguraron que la denuncia era “veraz”, pero no cambió nada.

El problema es que hay gobiernos paralelos en manos de estas empresas. Central Romana abastece las tres cuartas partes del azúcar consumida en Estados Unidos, salidas directamente de estas tierras; lo mismo que el Grupo Vicini, el cual ocupa terrenos del Consejo Estatal del Azúcar y destruye los sembradíos de las comunidades que encuentra a su pasoc como es el caso de Mata de Palma. Así, estos dos imperios económicos, además de devastar la tierra, esclavizan a sus trabajadores…

La mayoría de los empleados, de origen haitiano, trabajan todos los días del año (salvo Año Nuevo y Viernes Santo) y muchas veces hasta la noche, niños incluidos, a los que tratan como animales. Y todo por unos 180 euros al mes. Su situación es muy precaria, pues sus casas pertenecen a la compañía. Así, cuando terminan de trabajar, les echan de su hogar. Lo mismo ocurre con las comunidades de campesinos de la zona. Les arrebatan sus casas y sus tierras de cultivo cuando les conviene, de noche y sin cumplir las condiciones mínimas de desalojo. Días atrás, al propio Abogado del Estado le han cesado por su implicación en el desalojo de 613 familias por parte de un terrateniente relacionado con Central Romana.

Seguimos en la lucha acompañando a las familias, a la vez que reflexionamos sobre cómo volver a disfrutar de la tierra robada por Central Romana a los campesinos. Sabemos que es un camino largo, no exento de dificultades, pero el miedo se está convirtiendo en valentía y nos sostiene la esperanza de poder mirar un día esa tierra que mana leche y miel, una tierra que ofrezca trabajo y techo dignos para todas las personas.

P.- La situación de muchos haitianos en esta zona de República Dominicana también es muy difícil…

R.- Son auténticos apátridas. Tras la última reforma legal, no pueden ir a la Universidad o cobrar una pensión. Sin olvidar que, periódicamente, vienen camiones y cargan con muchos de ellos, llevándolos a Haití pese a que muchos de ellos ya son dominicanos de segunda o tercera generación.

Lo peor es que no saben que tienen derechos como cualquier ciudadano del mundo, se les niega el derecho a tener derechos. Viven olvidados del país que les vio nacer en los más recónditos lugares. El batey es un lugar escondido, remoto, de difícil acceso, rodeado de caminos tortuosos que se inundan cuando llueve, custodiado por los muros de la esbelta caña de azúcar, apartado de la vista para no herir la sensibilidad, plagado de enfermedades y sobre todo de mucha hambre; donde nadie puede permitirse el lujo de comer con dignidad, como merecen los seres humanos.

P.- A través de ‘Radio Seybo’, denunciáis todas estas violaciones sistemáticas de los derechos humanos …

R.- Desde hace muchos años, es el canal por el que la población local da a conocer todas estas injusticias. Radio Seybo ha asumido la defensa de las familias campesinas luchando constantemente por su derecho a tener derechos, por la salvaguarda de su dignidad. La violación de la imagen sagrada de Dios en las familias desalojadas no podía ser solamente una noticia más de los informativos de Radio Seybo. La dignidad mancillada debía ser restaurada en esta tierra de sangre y sudor amargo. La evangelización y la defensa de la dignidad humana son columnas que definen la misión de Radio Seybo. Además, la promoción del «buen vivir» o «vida digna» va ganando espacio en este pequeño mundo anestesiado por el mercado. Es una institución con sensibilidad ecuménica, que combina los valores del Evangelio con los que orientan el Buen Vivir, construyendo ciudadanía, luchando por un mundo de acuerdo a la dignidad de los hijos de Dios. También está presente la comunidad haitiana, contando con un programa en su lengua, el creole.

P.- Es difícil, pero a veces conseguís ciertos avances.

R.- Hace unos años, el Gobierno local cedió 25.000 hectáreas al Grupo Vicini, que apenas tuvo que pagar un céntimo por metro cuadrado. Nos movilizamos y conseguimos que el propio presidente del país viniera a El Seibo. Prometió que cedería legalmente 128 hectáreas a la comunidad local… Eso sí, aún no nos han dado los títulos que lo certifican.

No es cierto que el Dios de la vida permanece ajeno a estas injusticias. Es más, las condena con la mayor energía de sus entrañas y pide que las denunciemos con todas nuestras fuerzas para que su eco cruce los océanos como el grito que Fr. Antón Montesino, en nombre de la Comunidad Dominica, lanzó hace 500 años en el Adviento de 1511 a los colonizadores al contemplar los maltratos infligidos a los taínos y que resuena aún en nuestros días. Este conocido y emblemático sermón fue un manifiesto contra todo tipo de esclavitud, opresión y marginación humana que anima la lucha en favor de los derechos humanos.

P.- Recientemente, habéis participado en una marcha de cinco días y acampado ante el Palacio Presidencial. Pedías hablar con el presidente, pero, en vez de eso, os echaron a la fuerza y a varios os detuvo la policía. A los pocos días, además, sufristeis otro ataque por parte de las fuerzas armadas, viendo cómo incluso golpeaban a una religiosa y lanzaban cócteles molotov para desalojaros. ¿Cuál es ahora mismo la situación?

R.- Ha sido un momento de máxima tensión. Por el camino, terratenientes a los que hemos denunciado acudían a cruzarse con nosotros y, acompañados de sicarios, nos señalaban con el pulgar hacia abajo… Pero hemos conseguido que todo el país conozca lo que está ocurriendo en El Seibo. Incluso medios próximos al Gobierno, están contando cómo nos han reprimido. El momento es clave, con muchas entidades de todo el país, incluidas religiosas, apoyándonos. Tenemos que seguir en la capital, presionando. Si volvemos, se cae la lucha.

P.- Siempre tenéis muy presente a Carlos Rojas Peguero…

R.- Era un niño de 12 años que fue asesinado a manos de un sicario. Ellos defendían que se suicidó, pero al final la Justicia condenó al asesino. Eso sí, en dos o tres años estará libre… Y, además, pedimos que se vaya más allá y se busque a la persona que instigó el asesinato. El problema es que es gente muy poderosa y que cuenta con potentes abogados, mientras que nosotros no tenemos nada. Por no obviar los lazos de algunos con el narcotráfico…

P.- Como misionero encarnado en un pueblo campesino que sufre la rapiña de intereses macroeconómicos que, entre otras cosas, devastan el ecosistema, ¿con qué ojos lees la Laudato si’ de Francisco?

R.- Una de las cosas que más me gustan de la encíclica es que encarna un ecumenismo real, pues es un reto para todos. En nuestra región, vamos de la mano con los pastores evangélicos. Antes de venir ahora a Madrid, me he abrazado llorando con uno de ellos… Luchamos por lo mismo.

P.- ¿Cómo valoras que el Papa se plantee aprobar el “pecado ecológico”?

R.- Nosotros lo vemos cada día… La caña de azúcar deja infértil la tierra. Donde se planta, por los muchos productos químicos utilizados, ya no vuelve a crecer nada más. Además, llueve menos. Todo eso impide que se plante el cacao, que es lo propio de nuestras comunidades campesinas. Y que es lo que les da de comer… En cambio, se apuesta todo a algo que se utiliza para exportar al exterior (sin beneficiar en nada a la población local) y que convierte la tierra en un gran desierto.

P.- ¿Cómo sueñas El Seibo dentro de otros 20 años?  

R.- Sueño con una región en la que la tierra sea repartida, pues, si no hay tierra, no hay vida. Sueño con que las multinacionales se vayan. Sueño con que el agua deje de ser contaminada. Sueño con que el hospital se termine. Sueño con que deje de haber solo una ambulancia para todo el territorio. Sueño con que se acabe con la situación de superpoblación en la cárcel. Sueño con que haya más escuelas. Sueño, en definitiva, con que triunfe la dignidad y haya tierra, techo y trabajo, como pide el Papa. Todo esto es posible, pues El Seibo es una zona muy rica y con una biodiversidad muy grande, pero el azúcar y todo lo que mueve lo está arrasando todo.

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