El 16 de diciembre marca el inicio de la tradicional Novena de Navidad, ampliamente difundida en países como Colombia, Ecuador y Venezuela. Las siguientes claves para comprender el sentido de esta tradición son, al mismo tiempo, una invitación a vivir la Novena en familia, entre vecinos y amigos o, incluso, con los compañeros de trabajo.
En la región andina, la historia de la Novena de Navidad se remonta al siglo XVIII. Su autor es fray Fernando de Jesús Larrea –de la Orden de Franciscanos Menores–, nacido en Quito (1700) y fallecido en Cali (1773), reconocido por su talante místico y misionero, así como por sus cualidades de lingüista.
La referencia más antigua corresponde a una edición impresa en Lima en 1788, aunque se desconoce el paradero del texto original. En Colombia, la Imprenta Patriota reprodujo la Novena en 1807. La edición más célebre –que muchos hemos aprendido casi de memoria– data de 1910 y fue publicada por el entonces arzobispo de Bogotá, Bernardo Herrera Restrepo, bajo el título: “Novena del Niño Dios”.
La Novena de Navidad cobra su mayor sentido cuando se reza alrededor del pesebre evocando, de este modo, la original iniciativa de san Francisco de Asís. En su carta apostólica ‘Admirabile signum’, el papa Francisco nos invita a ‘volver a las fuentes’ que inspiraron la tradición del Belén, a fin de ahondar en su sentido y actualidad en la vida del creyente.
En las diversas culturas, estos cánticos tradicionales constituyen todo un ‘género musical’ que marca el tiempo de Adviento y de Navidad. ‘Antón tiruliruliru’, ‘tutaina’, ‘el burrito sabanero’, ‘los peces en el río’, ‘el tamborilero’ y ‘salve reina y madre’, son algunos de los villancicos más conocidos de la región andina. Sus ritmos y letras –a veces a modo de arrullos, a veces con la candidez de las rondas infantiles– son una invitación a la alegría y a la esperanza en el Mesías, el Dios-con-nosotros.
Algunos de los estribillos más recordados de la Novena de Navidad comienzan con frases como “oh sapiencia suma del Dios soberano”, “oh lumbre de Oriente sol de eternos rayos”, “rey de las naciones Emanuel preclaro”, “del débil auxilio del doliente amparo”. Son los gozos –12 en total– que se rezan alternando con el canto “ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”.
Su composición se atribuye a la madre María Ignacia, religiosa de La Enseñanza, cuyo nombre de pila era Bertilda Samper Acosta –hija de la reconocida humanista y escritora Soledad Acosta de Samper. Por su belleza literaria y su profundo contenido bíblico, de cuño veterotestamentario, los gozos de la Novena de Navidad entrañan la contemplación del Misterio de la Natividad. En ellos convergen la poesía y la religiosidad popular.
La Novena de Navidad se reza en comunidad, llámese familia, amigos, colegas, vecinos… es, en esencia una expresión de fe vivida en comunidad. Por eso todos participamos en las oraciones, los villancicos, las consideraciones para cada día, y en los gozos. Incluso, compartir algunos ‘bocados’ típicos, al final de la Novena, es una oportunidad para prolongar la experiencia de fraternidad y solidaridad que se teje en torno a la Natividad del Hijo de Dios, nuestro hermano mayor.
Este año la Conferencia Episcopal de Colombia, en alianza con algunos medios, pone al alcance de todos la Novena de Navidad en formato de texto, video y audio. Pueden descargarse aquí.