Fernando Chica, observador permanente de la Santa Sede ante la FAO, ha subrayado hoy, 16 de diciembre, que la ética es el “hilo común para la creación de un nuevo orden internacional, basado en el conjunto de valores y principios fundamentales comunes a diferentes pueblos y civilizaciones”. Estas observaciones del prelado, recogidas por L’Osservatore Romano, las ha manifestado durante la celebración del seminario sobre ‘Liderazgo, ética y cooperación internacional’, que ha tenido lugar en la sede del Fondo Internacional de las Naciones Unidas para el Desarrollo Agrícola (FIDA).
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En la apertura de su discurso, Chica ha agradecido el jesuita Federico Lombardi, presidente de la Fundación Ratzinger, el haber llamado la atención sobre este tema “en tres contextos importantes, como el Aula Pablo VI en el Vaticano, la FAO, y aquí, en la sede del FIDA”. Del mismo modo, ha subrayado que en estas tres realidades “la cuestión de la ética es de primordial importancia”.
Asimismo, Chica hizo un recorrido por el magisterio de los Papas sobre este asunto: desde Pío XII hasta san Juan Pablo II, y, más recientemente, Benedicto XVI con ‘Caritas in veritate’ y Francisco, con la exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’, donde se “destaca que la ética permite crear un equilibrio más humano y un orden social”.
Moralidad en las instituciones
Por otra parte, Chica señaló que cada vez se hace más necesario que las organizaciones internacionales posean “una moralidad”, ya que están destinadas a “garantizar la protección de la humanidad”. De lo contrario, “las olas de populismo y nacionalismo amenazan la estabilidad del orden jurídico internacional y la capacidad de tales organizaciones para lidiar con ellos”.
Estos son, tal como ha explicado Chica, “los movimientos ideológicos que oscurecen la escena pública, disminuyendo o aniquilando esas grandes preguntas que afligen a la sociedad, como el fenómeno de la movilidad humana, el cambio climático, el aumento de las desigualdades y la pobreza”.
Sin embargo, el hecho de que las organizaciones internacionales de cooperación estén, en ocasiones, “involucradas en la corrupción y la malversación de fondos” causa en los ciudadanos “desafecto hacia las instituciones, lo que hace que se debiliten”. Por este motivo se hace indispensable “adoptar códigos éticos de autorregulación y conducta”, incluso sabiendo que “una responsabilidad de naturaleza jurídica” no es suficiente por sí sola para eliminar las “distorsiones del sistema” y la “crisis de gobierno”.