“6.000 casos son muchos, un número excesivo que nos avergüenza como cristianos y particularmente como sacerdotes”, escribe el oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Jordi Bertomeu Farnós, en la revista Palabra. El sacerdote, revela que entre 2001 y 2019 ha tratado unos 6.000 casos de abusos sexuales de menores cometidos por clérigos desde la congregación romana tras haber sido denunciados por las víctimas a las correspondientes autoridades religiosas.
La escandalosa cifra que deja esta “grave crisis eclesial” supone que “los casos de sacerdotes pedófilos serían menos del 3% de los denunciados ante las autoridades civiles” si se comparan con “los que ofrecen las instituciones estatales” ya que el “el número de sacerdotes en todo el mundo está en torno a 466.000 (diocesanos y religiosos) además de diáconos y obispos”.
Aunque Bertomeu recuerda que los datos son “hasta cierto punto incorrectos” por no ser conclusivos; pero, a pesar de esto, “no permiten sostener ciertas afirmaciones destinadas a provocar el pánico social y el descrédito de la Iglesia, estigmatizando injustamente el grupo social de los clérigos”. Por ello, denuncia que se ha generado una “desconfianza hacia cualquier sacerdote por el mero hecho de serlo” aunque “el 73 % de los abusos sexuales de menores parecen darse en el ámbito familiar”.
“Tales casos suelen ser muy mediáticos a causa del rol social de los implicados, pues los clérigos se presentan como instancia social moralizante”, señala el oficial en su análisis. “Por ello, principalmente porque se trata de una cuestión de justicia con las víctimas, pero también por el escándalo que provocan tales casos, la Iglesia tiene un grave deber de gestionar correctamente la actual crisis de los abusos”, añade.
El objetivo, ahora, es que “la Iglesia tiene el deber de proteger a los más débiles y, por tanto, de ser un espacio absolutamente seguro para la infancia y la juventud”. Por ello, hace un llamamiento a que “es necesario que todo el pueblo de Dios asuma como tarea prioritaria la gestión del problema de los abusos sexuales de menores cometidos por clérigos así como su prevención, sin temor a plantear ninguna pregunta, por espinosa que sea”.
Esto implica, el llegar a conclusiones como que “no hay ninguna evidencia que el celibato sacerdotal cause directamente alguna adicción sexual desviada, tal como demuestran aquellos casos de hombres o mujeres que, por circunstancias de la vida deben vivir como célibes”, señala. De hecho, confirma, los datos no se diferencian de las confesiones que no mantienen esta norma. “Si la vivencia del celibato ha sido siempre contracultural, también lo es hoy aún más con independencia de la crisis actual de los abusos sexuales de menores cometidos por clérigos”, apunta.
Para el experto, también “hay que afirmar que no hay relación directa entre homosexualidad y pedofilia o entre esta última y un ‘estilo progresista’ de clero”. “afirmar la conexión directa de la homosexualidad con la pederastia a partir de los datos antes subrayados, no solo comporta la comisión de una gran injusticia, sino la criminalización de una determinada identidad sexual”, explica.