El papa Francisco comenzó las fiestas navideñas presidiendo la Misa del Gallo en la basílica Vaticana. Una celebración en la que han participado 12 niños de entre 5 y 11 años de Italia, Japón, Venezuela, Kenia, Uganda, Filipinas e Irak, que han realizado un homenaje floral al nacimiento y que comenzó con el canto de la ‘Kalenda’, el anuncio de la Navidad, y concluyó con el traslado del Niño Jesús al Belén instalado en el interior de San Pedro.
En la homilía, el papa Francisco presentó la Navidad como una gracia. La gracia que “es el amor divino, el amor que transforma la vida, renueva la historia, libera del mal, infunde paz y alegría”. “En esta noche, el amor de Dios se ha mostrado a nosotros: es Jesús. En Jesús, el Altísimo se hizo pequeño para ser amado por nosotros. En Jesús, Dios se hizo Niño, para dejarse abrazar por nosotros”, destacó.
La venida de Dios al mundo, enfatizó el pontífice, “es completamente gratuita”. “Mientras que aquí en la tierra todo parece responder a la lógica de dar para tener, Dios llega gratis. Su amor no es negociable: no hemos hecho nada para merecerlo y nunca podremos recompensarlo”, especificó.
“Aunque no estábamos a la altura, Él se hizo pequeñez para nosotros; mientras andábamos ocupados en nuestros asuntos, Él vino entre nosotros. La Navidad nos recuerda que Dios sigue amando a cada hombre, incluso al peor”, añadió. “Dios no te ama porque piensas correctamente y te comportas bien; Él te ama y basta”, señaló.
Bergoglio recordó que “aun en nuestros pecados continúa amándonos. Su amor no cambia, no es quisquilloso; es fiel, es paciente. Este es el regalo que encontramos en Navidad: descubrimos con asombro que el Señor es toda la gratuidad posible, toda la ternura posible”. “Nació pobre de todo, para conquistarnos con la riqueza de su amor”, apuntó.
Francisco invitó, además, a descubrir “la belleza del amor de Dios”. “En el bien y en el mal, en la salud y en la enfermedad, felices o tristes, a sus ojos nos vemos hermosos: no por lo que hacemos sino por lo que somos”, afirmó. “Hay en nosotros una belleza indeleble, intangible; una belleza irreprimible que es el núcleo de nuestro ser. Dios nos lo recuerda hoy, tomando con amor nuestra humanidad y haciéndola suya”, prosiguió.
Como a los pastores de Belén, recordó el Papa, Dios dice que “no hay que perder la confianza, no hay que perder la esperanza, no hay que pensar que amar es tiempo perdido”. “¡Humanidad, Dios te ama, se hizo hombre por ti, ya no estás sola!”, clamó.
Francisco invitó a dejar de lado justificaciones y poner “nuestra mirada en el Niño y dejémonos envolver por su ternura”. “Lo que sale mal en la vida, lo que no funciona en la Iglesia, lo que no va bien en el mundo ya no será una justificación. Pasará a un segundo plano, porque frente al amor excesivo de Jesús, que es todo mansedumbre y cercanía, no hay excusas”, añadió.
“Convertirse en don es dar sentido a la vida y es la mejor manera de cambiar el mundo: cambiamos nosotros, cambia la Iglesia, cambia la historia cuando comenzamos a no querer cambiar a los otros, sino a nosotros mismos, haciendo de nuestra vida un don”, prosiguió invitando a la gratuidad.
Recordando la leyenda del pastor que no tenía nada que ofrecer y como este tendió sus manos para ser “la cuna de Dios”, concluyó: “Querido hermano, querida hermana: Si tus manos te parecen vacías, si ves tu corazón pobre en amor, esta noche es para ti. Se ha manifestado la gracia de Dios para resplandecer en tu vida. Acógela y brillará en ti la luz de la Navidad”.