“Formamos una minoría en un contexto social de increencia e indiferencia”. Es una de las reflexiones que abanderan el documento preparatorio para el Congreso de Laicos 2020 que se celebrará del 14 al 16 de febrero en Madrid. Está previsto que en el encuentro participen más de 2.000 personas que representarán a los católicos españoles de las diferentes realidades eclesiales.
El llamado Instrumentum laboris del encuentro se ha elaborado con las aportaciones de 2.485 grupos en los que han toma parte hasta 37.000 cristianos de diócesis, congregaciones y asociaciones. Una lectura del texto muestra un ejercicio de autocrítica por parte de los católicos que han ofrecido su visión sobre su entorno.
Y lejos de echar balones fuera, amén de reconocer el relativismo del mundo actual, sin caer en el pesimismo se reconocen las debilidades de la Iglesia, pero también se plantean soluciones a futuro con un tono propositivo. “La Doctrina Social de la Iglesia debe ser nuestra fuente de inspiración”, llega a plantear en un escrito en el que abundan las referencias al camino sinodal propuesto por el Papa Francisco, a su apuesta por los últimos y con constantes llamadas a la comunión.
El documento se estructura en 89 puntos divididos en tres partes encabezadas por tres verbos -reconocer, interpretar y elegir-, que de alguna manera siguen la estela del “ver, juzgar y actuar” jesuítico, partiendo de la observación y el análisis de la realidad y de los signos de los tiempos para proponer líneas de acción. Conscientes de esta situación, el texto insta a los laicos a ser “minorías creativas, que sepan aprovechar las nuevas oportunidades y los nuevos espacios para anunciar a Jesucristo y el kerigma. Minorías en cuya actitud predominan las notas de la ilusión, la esperanza”.
El texto revela cómo “una pastoral de la cercanía y del cuidado de las relaciones debería ser prioritaria” para acercarse a quienes han abandonado la fe. “No podemos ceder a la tentación de aislarnos del mundo por entender que predomina en él una visión del ser humano incompatible con nuestra fe”, plantea el Instrumentum laboris que propone “reflexionar acerca de por qué nuestro mensaje no resulta atractivo para quienes están a nuestro lado”.
“Valoramos muy positivamente que, como Iglesia, reconozcamos los pecados de algunos de sus miembros en lugar de ocultarlos y nos comprometamos a sanar las heridas por ellos provocados”, se asegura en los primeros párrafos, para más adelante denunciar la “ruptura entre fe y vida” en el seno eclesial: “Los graves escándalos de abusos (sexuales, económicos, de poder o de conciencia) influyen muy negativamente en este sentido. De este modo, nuestra identidad eclesial se diluye y pierde vigor. Estas graves crisis están generando mucha inquietud en el pueblo santo de Dios”.
El documento admite que existe “una evidente resistencia al cambio”, “un excesivo dogmatismo”, comunidades “muy cerradas y poco acogedoras”. Sobre la mujer, se denuncia que siguen “ocupando mayoritariamente espacios secundarios en la Iglesia, en clara contradicción con nuestra condición de bautizadas”. Eso sí, sobre otros colectivos eclesiales que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad, como los divorciados o los homosexuales, no hay referencia explícita alguna.
Como otra de las asignaturas pendientes se plantea el hecho de reaccionar ante el “clamor de los pobres y al clamor de la tierra”. Es más, el Instrumentum laboris llega a afirmar que “situarnos del lado de quienes sufren, aquellos que están en las periferias existenciales, no es una opción. Tampoco lo es el cuidado de nuestro Planeta como casa común y obra de Dios”.
En otro punto, se habla de “comunidades cristianas debilitadas” en las que se ve “una pérdida de la centralidad de la Eucaristía en la vida cristiana y una falta de vivencia adecuada de los sacramentos y, en particular, de la Liturgia, lo que obstaculiza el encuentro con Cristo”. “Nos cuesta comprender plenamente los lenguajes litúrgicos y ello nos conduce a la superficialidad en las expresiones celebrativas de nuestra fe”, apunta el texto, que a la vez reclama “una formación más plena, auténtica y propia de la vocación laical en la que la Doctrina Social de la Iglesia ocupe un lugar central”.
El Instrumentum laboris constata que “hay una mayor conciencia de nuestra identidad laical, y, en concreto, de la vocación y misión a la que estamos llamados los fieles laicos”. En este sentido, se pone en valor el mayor compromiso en su vida espiritual, comunitaria y en “la misión entre quienes más sufren”. También se aplaude la mayor “corresponsabilidad entre sacerdotes y laicos a la hora de abrazar nuestra tarea evangelizadora conjuntamente y desde nuestros roles complementarios”.
“Hemos crecido en comunión, en un triple sentido: comunión de vida (lo que somos); comunión de bienes (lo que tenemos); comunión de acción (lo que hacemos). Y también en sinodalidad”, asevera el texto, que argumenta esta afirmación desde la creación de nuevo planes pastorales “más elaborados y centrados en lo importante, y la renovación de nuestras estructuras eclesiales”.
También admite que en las respuestas con las que se ha conformado el texto “se habla de manera reiterada del excesivo clericalismo”. Así, se lamenta que todavía se conciba la relación sacerdote-laico desde “la oposición y la jerarquización” que “tiene como efecto un alto grado de paternalismo que dificulta el crecimiento espiritual de los fieles laicos y afecta negativamente a nuestro papel en la Iglesia y en el mundo”.
El Instrumentum laboris aterriza hasta el mundo de hacerse eco de la “escasa coordinación entre Parroquias de un mismo territorio y una falta de integración de los Movimientos y Asociaciones en la realidad parroquial”. También se critica la falta de “líderes cristianos de referencia que nos motiven y sean modelo concreto en la práctica de la fe”, además de la ausencia de “un mayor énfasis en el anuncio profético de las injusticias y percibimos al mismo tiempo una errónea visión de que la misión implica proselitismo”.
Por el contrario, se pone en valor el hecho de que “muchos cristianos laicos estamos comprometidos en la construcción de un mundo mejor en la vida cotidiana” y se reivindica “la buena valoración que tienen las entidades eclesiales de acción socio-caritativa”. De esta manera, se presenta el fenómeno migratorio, no como un problema, sino como “una llamada a abrir nuestras comunidades y reforzar su capacidad de acogida”.
A partir de ahí, el texto elabora un perfil del laico del siglo XXI, a través de quince rasgos, entre los que destaca la necesidad de sean creativos, innovadores, “libres y valientes con capacidad de liderazgo”, así como “transformadores de la realidad, que evangelicen con el testimonio y coherencia de sus vidas, comprometidos en la política y en los medios de comunicación, conscientes de que vivimos en una sociedad mestiza a la que tenemos que dar respuesta”. De la misma manera, se pide que tengan “mucha humanidad”, o dicho de otro modo, “que se ‘descalcen’ para llegar al otro que es ‘tierra sagrada’, que sean capaces de ‘caminar con los zapatos del otro’”.
Entre las sugerencias que lanza el Instrumentum laboris para lograr una conversión eclesial, se incluye la necesidad de que el laico sea actor y no destinatario, con una mayor corresponsabilidad en las estructuras, con una “reflexión pausada y profunda sobre la participación de los laicos en los puestos directivos de las instituciones de la Iglesia que le son propios”. De la misma manera se reclama el derecho a “soñar y discernir nuevas formas de participación” a través de los ministerios laicales.