Celestino Aos es el nuevo arzobispo de Santiago de Chile. Después de permanecer ocho meses “de prueba” como administrador apostólico, Francisco ha apostado por él como el hombre definitivamente para capitanear la renovación de la Iglesia chilena, rota por la crisis de los abusos sexuales.
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De igual manera, la Nunciatura Apostólica ha comunicado que el Papa ha nombrado arzobispo de la arquidiócesis de Puerto Montt a Fernando Ramos Pérez, hasta ahora obispo auxiliar de de Santiago de Chile y administrador de Rancagua. Con estas designaciones, aún quedan ocho sedes vacantes de las 27 jurisdicciones eclesiásticas en Chile: Copiapó, a cargo de un administrador diocesano; y San Felipe, Rancagua, Valparaíso, Talca, Chillán, Valdivia, Osorno, todas estas a cargo de un administrador apostólico.
Recomponer al clero y al laicado
El nombramiento del Papa llega después de un arduo trabajo de Aós para intentar recomponer tanto al clero como al laicado de la capital, tras los envites de credibilidad que han supuesto los escándalos de pederastia y el clima de encubrimiento.
No hay que olvidar el eco sin precedentes que tuvo el caso Karadima, el complejo viaje de Francisco hace dos años al país latinoamericano y la renuncia del Episcopado chileno en pleno unos meses después de la visita. Es más, el propio Aos tomaba el relevo de manos de Ricardo Ezzati, imputado por presunto encubrimiento.
Trayectoria probada
Teólogo y filósofo, antes de asumir su cargo como arzobispo, este religioso navarro ya fue ecónomo provincial de los capuchinos en Chile y obispo de Copiapó desde 2014. Tras ser nombrado administrador apostólico de Santiago de Chile, Aós confesó a Vida Nueva que uno de sus principales desafíos es recuperar la credibilidad para la Iglesia y para el clero chileno: “Lo peor que se puede hacer para la Iglesia es tratar de vivir en la mentira. La Iglesia tiene que tratar de vivir en la verdad, que es la que nos hará libres”.
Por otro lado, Aós ha buscado ser puente y mediación en medio del conflicto social y político que atraviesa desde hace unos meses el país. Así lo ha dejado patente en su mensaje de Navidad en el que hacía un llamamiento a la paz y la concordia: “Muchos chilenos viven el miedo. Tengo que repetirme a mí mismo y repetirles a ustedes: no tengan miedo, reanimen su esperanza”.
Estos ocho meses al servicio de la archidiócesis de la capital chilena, tampoco ha sido fácil. Basta con recordar que uno de los obispos auxiliares nombrados para ayudarle en su misión, Carlos Eugenio Irarrázaval, renunció a los 25 días, antes de tomar posesión, a raíz de unas polémicas declaraciones sobre las mujeres y la Iglesia.