Desde su participación como auditora en la Asamblea Especial del Sínodo de los obispos para la región panamazónica, en Roma (octubre 6 al 27 de 2019), la teóloga boliviana Tania Avila Meneses ha participado en numerosos espacios de reflexión, encuentros y talleres, en América Latina, compartiendo su experiencia sinodal –desde su cosmovisión indígena– y en diálogo con otras espiritualidades amazónicas.
A modo de balance, Tania, quien también posee estudios en misionología y coordina el grupo de Amerindia en Cochabamba, dialogó con Vida Nueva sobre algunos desafíos de la etapa postsinodal para el 2020 que ya se asoma.
PREGUNTA. – ¿Qué le ha dejado la experiencia de participar en el Sínodo para la Amazonía?
RESPUESTA. -La certeza de que estoy en proceso de constante aprendizaje: de las otras personas, de las otras culturas y religiones, un aprendizaje que no siempre resulta cómodo, pues sus perspectivas pueden no estar en sintonía con las mías. Escuchar sin juzgar ayuda a las búsquedas que nos unen en el cuidado de la Casa Común. Compartir sin imponer y permitirme no estar de acuerdo, ayuda en este proceso de interaprendizaje que es la vida.
P. -¿Le asalta algún temor?
R.- La incertidumbre de que las profundas reflexiones generadas en el aula sinodal realmente logren encarnarse en realidades concretas en la Amazonía. Pero la incertidumbre me ayuda a ver que estamos ante procesos entretejidos por avances y retrocesos, por aciertos y errores. En últimas, se trata de un ejercicio de coherencia, matizada por incoherencias que al hacerse concientes podrían inspirar a una coherencia cada vez más auténtica, un cambio paradigmático.
P.- ¿Qué desafíos vislumbra para la etapa postsinodal, particularmente de cara al 2020?
R.- Hay que reconocer, en primer lugar, que los procesos vitales, como la conversión integral para la Iglesia, son lentos. La fuerza y el impulso de la Asamblea sinodal fue un kairós, y la gracia del Espíritu promovió apertura de mente, corazón y voluntades, pero la rutina de la vida hace que la conversión integral sea un proceso muy lento en tiempo cronológico, a veces parece detenerse ante la fuerza de la comodidad del ‘siempre se ha hecho así’ y de las jerarquias de pensamiento que generan élites en contraposición a la sinodalidad a la que hemos sido llamados. Como Iglesia necesitamos estar atentos a que este proceso no se detenga, a impulsar su movimiento y fluidez desde el lugar que habitamos en la historia.
P.- ¿Cuál es el papel que compete a las iglesias locales y, en ellas, a las mujeres, los laicos y los indígenas?
R.- El rol de la Iglesia como Pueblo de Dios, es inspirar a la humanidad a cuidar la ‘Casa Común’ con acciones y actitudes concretas, más allá de los discursos. Es decir, se trata de encarnar el discurso de cuidado como comunidad humana, en sinodalidad, y ello significa aprender con humildad entre pueblos y de los pueblos.
No me animo a pensar en el rol indivual de cada miembro de la Iglesia, porque creo que necesitamos visibilizarnos como comunidad, pues el cuidado de la ‘Casa Común’ es corresponsabilidad de toda la humanidad. La Iglesia que hace presencia en muchos lugares de riesgo, a través de todos sus miembros, puede hacer intervenciones para transformarlas, generando una economía del cuidado, que requiere el aporte de conocimientos y experiencias diversas.
P.- ¿Qué le aporta este Sínodo a la teología latinoamericana?
R.- Agua fresca, la importancia de ampliar la mirada a otras cosmovisiones que implican otras claves de reflexión teológica. Invita a integrar otros lenguajes en el quehacer teológico. Y también cuestiona su opción por los pobres: es tiempo de hacer opción ‘con’ los pobres, porque nos hace corresponsables en este proceso. ¿Es coherente remar por el pobre en lugar de remar con el pobre? ¿Por qué no remar con un ser humano diferente pero igual en dignidad?
P.- ¿Qué espera de la Exhortacion Postsinodal?
R.- Espero que la Exhortacion Postsinodal desborde toda espectativa. Traigo a la memoria las palabras del papa Francisco respecto a la asamblea sinodal: “ahora hay que dejar que el Espíritu Santo se exprese en esta Asamblea, se exprese entre nosotros, se exprese con nosotros, a través de nosotros y se exprese ‘pese’ a nosotros, pese a nuestras resistencias, que es normal que las haya, porque la vida del cristiano es así”.
Mi mayor esperanza es que la Exhortación nos muestre cómo salir de una práctica eclesial de hacer ‘parches’ en una Iglesia desgastada, rasgada, rota. No espero una receta sino una inspiración, un testimonio.