La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos (USCCB, por sus siglas en inglés) anunció que del 5 al 11 de enero la Iglesia Católica en ese país llevará a cabo la Semana Nacional de Migración, una iniciativa pastoral que se realiza desde hace casi medio siglo en todas las diócesis norteamericanas.
El objetivo de esta semana es resaltar la situación de los inmigrantes y refugiados, y unirse en oración para acompañarlos. El tema para la celebración de este año es ‘Promoviendo una Iglesia y un mundo para todos’, y busca reflejar a la Iglesia como un lugar acogedor para todos los hijos de Dios.
De acuerdo con cifras de la USCCB, existen más de 70 millones de personas en el mundo que han sido desplazadas violentamente de sus hogares debido a la inestabilidad política, la violencia y las dificultades económicas.
“El papa Francisco ha desafiado a las personas a pasar de una cultura de la indiferencia a una cultura de solidaridad, que les ayude a abrazar a los pobres y marginados, y a aquellos que luchan por encontrar una vida mejor”, asegura a través de un comunicado la USCCB.
En otro comunicado con motivo de la 53 Jornada Mundial de la Paz, el presidente de la USCCB, y arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez aseguró que la violencia en nombre de Dios es blasfemia y condenó el aumento de la violencia antisemita en ese país.
Esta debe condenarse –dijo– junto con la persecución continua de los cristianos. “Proteger la libertad religiosa y la libertad de conciencia debe estar entre las más altas prioridades de cada gobierno”.
Recordó algunos ataques violentos contra personas de fe. “Los fieles en una iglesia en Texas que fueron asaltados por un sujeto armado; en Nueva York, donde un hombre sufrió un apuñalamiento durante una celebración de Hanukkah en la casa de un rabino. Los cristianos en Nigeria son decapitados y sus asesinos comparten videos de la atrocidad en todo el mundo”.
En este sentido, Gómez lamentó que el mundo esté lejos de ser pacífico. “Muchos de nuestros hermanos y hermanas viven en países devastados por la guerra y la injusticia, el terrorismo y la persecución; muchos sufren violencia por motivos de raza, religión, ideología o nacionalidad. Muchos de nuestros hermanos y hermanas, incluso niños, están siendo comprados y vendidos, y viven en la esclavitud; millones en nuestro mundo no tienen un lugar al que llamar hogar debido a la pobreza y la inestabilidad”.
Consideró también que la violencia y la crueldad son una triste y ordinaria realidad en la vida cotidiana. “Todavía niños en nuestro país son asesinados cada día en el útero, y muchos de nuestros vecinos no tienen lo que necesitan para llevar una vida digna. Nuestra política y discurso cultural a menudo están marcados por la ira y un desprecio despiadado e implacable por los demás”.
José H. Gómez afirmó que la Iglesia católica en los Estados Unidos “se une a la Iglesia en todo el mundo en oración por la paz. Oramos por la paz en nuestros corazones y la paz en nuestro mundo. Oramos por la conversión de cada corazón que odia y rezamos por el coraje de vencer el mal con el bien y responder al odio con amor”.
La paz es un regalo de Dios –concluyó– y la paz comienza “cuando reconocemos su presencia en cada persona, cuando lo amamos y lo servimos en los pobres e indefensos, en los enfermos, en los refugiados, los inmigrantes y los prisioneros, en cada persona para la que nuestra sociedad o economía no puede encontrar un lugar”.