En la sombra. Ahí está, aunque el lector no les perciba. El Consejo Editorial de Vida Nueva. Acompaña, analiza, asesora, alienta y anima. También azuza. Un equipo “A” que se reúne seis veces al año echando la vista atrás a lo publicado para evaluar el presente de la revista y hacer apuestas de futuro para la Iglesia. Sobre la mesa, y esta vez con micrófono abierto, el Congreso de Laicos, en particular, y los desafíos para los seglares, en general.
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Carmen Márquez
“El Congreso de Laicos es una oportunidad para repensar el laicado, su identidad y misión a la luz del proyecto de Iglesia sinodal. ¿Realmente hemos llegado a alcanzar la idea de un laicado maduro, responsable, capaz de asumir la corresponsabilidad? ¿Cómo vivimos el Reino en este mundo? Aún queda por avanzar”.
Francisco Javier Herrero
“Al leer el documento de la Comisión de Apostolado Seglar para el Congreso de Laicos, veo que en los objetivos los protagonistas no son los laicos, sino los obispos “para que puedan escuchar a los laicos”. No se hace un congreso para que el Episcopado escuche, sino para que los laicos hablen, son ellos los sujetos. Por otro lado, desde los años 90 no hay ningún documento episcopal que haya vuelto a hablar del lugar del laico en España”.
Luis Fernando Vílchez
“Tras releer ‘Apostolicam Actuositatem’ hoy se queda flojo porque nos trata como “monaguillos” que ejecutan y asesoran, amén de confundir Iglesia con jerarquía. Sin embargo, tanto en ‘Lumen gentium’ como en ‘Gaudium et spes’ se reconoce el puesto que debería tener el laico, al reconocer a la Iglesia como Pueblo de Dios. El Vaticano II sigue siendo un tesoro escondido, también en esta materia. Desde ahí hay que creer en los laicos con todas las consecuencias. No son meros colaboradores”.
Diego Tolsada
“Confío y espero que los protagonistas del próximo congreso y, por tanto, de la Iglesia del mañana, sean realmente los laicos y que se hable de ellos y no de las necesidades de la Iglesia o elevar el tiro a temas que pueden tener otros foros. Los laicos han de preguntarse si verdaderamente están viviendo su fidelidad a Jesús, que puede ser muy distinto a estar incorporado a una determinada estructura eclesial o “vivir en gracia”. Para ello, hay que darles la palabra en condiciones para que expresen lo que sienten y a lo que se sienten llamados”.
Elsa González
“La situación de la Iglesia y de la sociedad ha obligado al laico a adoptar roles que de otra manera no hubiera desarrollado. Eso ha hecho que su papel sea hoy esencial, aunque no acaba de ser consciente de su importancia y responsabilidad. Ahí denoto una ausencia de formación, salvo excepciones. De la misma manera, este protagonismo del laico no hará que la Iglesia sea más profana o menos espiritual, sino más real y humana, le dará más frescura”.
Luis Fernando Crespo
“Si apostamos por formar a los laicos, pronto descubriremos que esos laicos formados van a resultar incómodos porque no van a entender que se cuente con ellos solo a medias. No sé si estamos realmente dispuestos a vivir esta renovación”.
Francisco Muro
“El papel de los laicos en la Iglesia sigue siendo el de mero espectador en muchos casos, desorganizados salvo casos concretos, y con la pregunta que lanza Jorge Oesterheld por resolver: “¿Dónde están los que se han ido?”. Hoy hay un gran cupo de cristianos sociales que solo se acercan al bautismo o a las bodas a la Iglesia, pero que se desentienden de los demás. Y no se lo echo en cara a ellos, sino a quienes no hemos sido capaces de formar, de suscitar experiencias de encuentro”.
Óscar Sánchez
“Dentro de la web de la Conferencia Episcopal, en el apartado de Apostolado Seglar, se utiliza la metáfora del “gigante dormido” para referirse al laicado. Deja caer la idea de que se está desperezando. No sé si hay cierto optimismo al valorar si el potencial es de tan grandes dimensiones. En cualquier caso, si se despierta, no sé si la Iglesia está preparada para asumir que pueden darse movimientos desajustados, que no resultan armónicos y que no gusten”.
Lorenzo Amigo
“Reivindicar un laicado organizado es necesario, en tanto que el asociacionismo siempre da más visibilidad. Pero, no nos engañemos. No se trata de tener una presencia más significativa para influir en la opinión pública. Si queremos promover el asociacionismo, debe ser para que los cristianos revitalicen el ambiente y la vida de la sociedad desde el Evangelio”.