A vísperas de la renovación de las autoridades del parlamento venezolano, actualmente presidido por Juan Guaidó, quien se espera sea ratificado en el cargo, la situación del país petrolero sigue en claro declive y precisamente para Juan Carlos Bravo, obispo de Acarigua- Araure, región llanera, en entrevista al diario español ABC, “al Gobierno de Maduro le interesa mantener la pobreza para permanecer en el poder”.
El prelado no escapa a los embates de la crisis –asegura– que al igual que al pueblo venezolano a su casa no llega el agua, la comida ni la electricidad. Sin embargo, esta no es su mayor preocupación, sino que todas estas carencias son el trasfondo de una estrategia usada por Nicolás Maduro y sus más cercanos para perpetuarse en el poder.
El obispo a finales de año estuvo en Madrid presentando la campaña de ayuda a la Iglesia necesitada ‘Yo contigo Venezuela’, una iniciativa cuyo fin es apoyar a familias en extrema pobreza.
Al ser consultado sobre el éxodo de venezolanos como consecuencia de la severa crisis, el obispo ha dicho que alrededor del 15% de la población ha huido de Venezuela. “Eso trae graves consecuencias para las familias porque encontramos a los abuelos cuidando a sus nietos y niños que están al cuidado de los vecinos. Hay un aumento del alcoholismo, de la prostitución y la adicción a las drogas entre los más jóvenes, como consecuencia de unas familias cada vez más desestructuradas”, señaló.
En este sentido la Iglesia ha tenido que salir a dar la cara por los más necesitados en virtud de “no se puede hacer una opción clara por Jesucristo sino estamos al lado de los pobres, de los huérfanos, de los enfermos”.
“Por eso nuestra opción ha sido atender las necesidades de la gente y hacer pedagogía para que la propia Iglesia entienda que solo se puede ser cristiano si estamos inmersos en el destino del mismo pueblo. Por eso nuestras parroquias han dejado de ser templos convencionales donde se hace una vida sacramental y se celebra el culto y se han convertido en tiendas de campaña, en comedores sociales, en roperos y farmacias”, añadió.
Los rigores de la crisis no respetan condición social ni cargo, la vida consagrada desde misioneros, religiosos, sacerdotes y obispos es igual a la del común, por ello “lo más difícil para el obispo es mantener a los sacerdotes porque son sus principales colaboradores”.
“No creo que haya una sola parroquia ni un solo sacerdote en Venezuela que pueda mantenerse por sí solo. Ni siquiera el obispo puede hacerlo. La gente gana un salario de cinco dólares al mes que no les alcanza ni para comer”, admite.
En este sentido se pregunta: “¿Cómo van a sostener a la Iglesia?”, de hecho “los sacerdotes también viven la tentación de salir del país como el resto de la población, pero nosotros tenemos que seguir al lado de nuestra gente, no podemos abandonar a los más pobres”.
El trabajo de la Iglesia cobija a todos por igual, incluso “también hay que decir que dentro del mismo Gobierno hay personas que se benefician de la labor que realiza la Iglesia porque también los chavistas sufren la falta de comida y de medicinas y las consiguen a través de las parroquias”, señala.
“La Iglesia no es un espacio de exclusión, sino de inclusión. Nosotros no tenemos una opción política, nuestra opción es auxiliar a cualquier ser humano, por el simple hecho de ser un ser humano”, ha expresado.
No obstante, pese a todos estos esfuerzos desde las parroquias, una de las situaciones más duras que le ha tocado vivir es ver morir a los niños por falta de antibióticos y, peor todavía, “no puedes hacer nada”, porque “no tenemos cómo ayudarlos. Y en medio de esta dura realidad, escuchas al Gobierno decir que Venezuela tiene el mejor sistema de salud, el mejor sistema educativo. La mentira no es cristiana”.
Foto: ABC