A un día de la solemnidad de la Epifanía, el papa Francisco ha saludado a los fieles presentes en Roma y que han acudido a la Plaza de San Pedro para la oración mariana del ángelus. El Papa ha reflexionado a partir de las lecturas del segundo domingo del tiempo de Navidad, como la segunda parte del prólogo del evangelio de Juan (1, 1- 18).
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En el primer domingo de 2020, el pontífice, durante sus saludos tras las oración, volvió a transmitir a todos sus “mejores deseos de serenidad y paz en el Señor”. “¡En los momentos felices y en los difíciles, confiémonos a Él, que es nuestra esperanza!”, deseó. Además recordó “también el compromiso que asumimos en el día de año nuevo, en la Jornada de la Paz: ‘La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica’. Con la gracia de Dios, podremos ponerlo en práctica”, concluyó.
En concreto, sobrevolando la crisis entre Irán y los Estados Unidos de estos días, el Papa ha señalado –sin citarlo expresamente– que “en muchas partes del mundo se puede sentir un terrible clima de tensión. La guerra sólo trae muerte y destrucción. Hago un llamamiento a todas las partes para que mantengan encendida la llama del diálogo y el autocontrol y eviten la sombra de la enemistad”.
Uno de nosotros
Partiendo de los textos bíblicos del día, el Papa ha señalado que las lecturas “nos ayudan a ampliar nuestra mirada, a tener una plena conciencia del significado del nacimiento de Jesús”. En el evangelio, señaló Francisco, Juan “nos muestra que la Palabra, la Palabra eterna y creadora, es el único Hijo de Dios. No es una criatura, sino una Persona divina”. Esta es, para Bergoglio, “la novedad más sorprendente” que “este Verbo eterno ‘se hizo carne’; no sólo vino a morar entre la gente, sino que se convirtió en uno de ellos”. Por ello, “para dirigir nuestras vidas, no tenemos más sólo una ley, una institución, sino una Persona divina que ha asumido nuestra propia naturaleza y es en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado”, prosiguió.
“Estamos predestinados a ser hijos de Dios por medio de Jesucristo. Por eso el Hijo eterno se hizo carne: para introducirnos en su relación filial con el Padre”, señaló el Papa recordando las palabras de san Pablo. “Mientras seguimos contemplando el admirable signo de la Natividad, la liturgia de hoy nos dice que el Evangelio de Cristo no es una fábula, un mito, un relato edificante, no, es la plena revelación del plan de Dios sobre el hombre y el mundo”, prosiguió.
La santidad como proyecto
“Es un mensaje a la vez sencillo y grandioso, que nos lleva a preguntarnos: ¿qué proyecto concreto ha puesto el Señor en mí, actualizando aún su nacimiento entre nosotros?”, añadió.
La respuesta que encuentra Francisco en san Pablo es que “seamos santos e inmaculados ante él en la caridad”. “Este es el significado de la Navidad. Si el Señor sigue viniendo entre nosotros, si sigue dándonos el don de su Palabra, es para que cada uno de nosotros pueda responder a esta llamada: hacerse santo en el amor”, afirmó. “La santidad es la pertenencia a Dios, la comunión con Él, la transparencia de su infinita bondad. Por tanto, quien acepta la santidad en sí mismo como un don de la gracia, no puede dejar de traducirla en una acción concreta en la vida cotidiana, en el encuentro con los demás”, continuó. Por ello, prosiguió en su razonamiento el Papa, “esta caridad, esta misericordia hacia el prójimo, reflejo del amor de Dios, al mismo tiempo purifica nuestro corazón y nos dispone al perdón, haciéndonos día tras día ‘inmaculados’, cada vez más desprendidos del pecado y unidos a Dios”, concluyó.