El papa Francisco ha presidido la eucaristía en la basílica vaticana con motivo de la solemnidad de la Epifanía del Señor. Una celebración en latín, lengua reservada para las ocasiones más solemnes, y que ha incluido el anuncio de las fiestas litúrgicas del nuevo año y en la que el pontífice, siguiendo el ejemplo de los magos de Oriente, ha invitado a todos a ser adoradores en el día a día.
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“La adoración es la finalidad de su viaje, el objetivo de su camino”, señaló el Papa, quien advirtió que “si perdemos el sentido de la ‘adoración’, perdemos el sentido de movimiento de la vida cristiana, que es un camino hacia el Señor, no hacia nosotros”. Como es el caso de Herodes que “sólo se adoraba a sí mismo y, por lo tanto, quería deshacerse del Niño con mentiras”. Porque, para Bergoglio, “la vida cristiana, sin adorar al Señor, puede convertirse en una forma educada de alabarse a uno mismo y el talento que se tiene”.
Adorar para conocer a Dios
“Es un riesgo grave: servirnos de Dios en lugar de servir a Dios. Cuántas veces hemos cambiado los intereses del Evangelio por los nuestros, cuántas veces hemos cubierto de religiosidad lo que era cómodo para nosotros, cuántas veces hemos confundido el poder según Dios, que es servir a los demás, con el poder según el mundo, que es servirse a sí mismo”, advirtió señalando a los “los sacerdotes y los escribas del pueblo” que “saben a dónde ir, pero no van”.
“En la vida cristiana no es suficiente saber: sin salir de uno mismo, sin encontrar, sin adorar, no se conoce a Dios. La teología y la eficiencia pastoral valen poco o nada si no se doblan las rodillas; si no se hace como los Magos, que no sólo fueron sabios organizadores de un viaje, sino que caminaron y adoraron”, apuntó Francisco.
Ir a lo esencial
“Al adorar –prosiguió el Papa–, descubrimos que la vida cristiana es una historia de amor con Dios, donde las buenas ideas no son suficientes, sino que se necesita ponerlo en primer lugar, como lo hace un enamorado con la persona que ama. Así debe ser la Iglesia, una adoradora enamorada de Jesús, su esposo”. “Si sabemos arrodillarnos ante Jesús, venceremos la tentación de ir cada uno por su camino”, señaló, porque “adorar es hacer un éxodo de la esclavitud más grande, la de uno mismo”.
“Adorar es encontrarse con Jesús sin la lista de peticiones, pero con la única solicitud de estar con Él. Es descubrir que la alegría y la paz crecen con la alabanza y la acción de gracias. Cuando adoramos, permitimos que Jesús nos sane y nos cambie. Al adorar, le damos al Señor la oportunidad de transformarnos con su amor, de iluminar nuestra oscuridad, de darnos fuerza en la debilidad y valentía en las pruebas”, indicó el Papa. “Adorar es ir a lo esencial: es la forma de desintoxicarse de muchas cosas inútiles, de adicciones que adormecen el corazón y aturden la mente”, definió el pontífice.
Adorar cambia la vida
“Al adorar uno aprende a rechazar lo que no debe ser adorado: el dios del dinero, el dios del consumo, el dios del placer, el dios del éxito, nuestro yo erigido en dios”, añadió. Y señalando diferentes componentes de la adoración, Francisco recordó que “adorar es hacerse pequeño en presencia del Altísimo, descubrir ante Él que la grandeza de la vida no consiste en tener, sino en amar”; “es redescubrirnos hermanos y hermanas frente al misterio del amor que supera toda distancia: es obtener el bien de la fuente, es encontrar en el Dios cercano la valentía para aproximarnos a los demás”; es “guardar silencio ante la Palabra divina, para aprender a decir palabras que no duelen, sino que consuelan”.
“La adoración es un gesto de amor que cambia la vida”, señaló Bergoglio en la parte final de su homilía. “Muchos cristianos que oran no saben adorar”, lamentó e invitó a preguntarse “¿Encontramos momentos para la adoración en nuestros días y creamos espacios para la adoración en nuestras comunidades?”