La escritora catalana acaba de lanzar su libro ‘Un perfecto caballero’ (Planeta), el más personal hasta la fecha, en tanto que ha tenido que explorar en su propia heráldica. Lleva más de seis ediciones vendidas en pocos meses y la aceptación de la crítica y el público ha sido excepcional. La historia está ambientada en la Barcelona de la posguerra, con nombres y apellidos conocidos… Dice no esperar demandas judiciales, pero que es posible que a algunas personas cercanas les escuezan estas páginas.
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PREGUNTA.- Este es el proyecto de toda una vida, esos libros que se maceran a fuego lento…
RESPUESTA.- Sí, porque son recuerdos de toda mi infancia… cosas que me han contado, y otras que no sé si me han pasado o las recuerdo a través de los demás. Es curioso, cuando hablo con mis hermanas, cada una lo evoca de una forma. Ya no sabes lo qué es real o lo que has añadido… y la memoria juega esas pasadas de recolocarte. Lo cierto es que, hasta ahora, no tenía las herramientas de mi oficio afinadas para abordar esta historia. Es un libro muy difícil de escribir y solo ahora me he sentido preparada.
P.- Sobre los años 40 y 50, ¿se ha corrido una especie de velo?
R.- No se entienden esas décadas. Es nuestra generación perdida. Los americanos tienen la suya y la nuestra es esa… Ellos, independientemente de si fueron vencedores o vencidos, todos fueron perdedores y pasaron por la vida como si no hubieran existido. Los amigos de mi padre murieron de formas dolorosas, o los empresarios del textil que ahora parece que no existieron, ¡como si solo existiera Amancio Ortega! Y la Barcelona de grises en la que se mueven los protagonistas de mi libro es brutal.
P.- ¿Ha leído su familia el libro?
R.- Somos 34 primos, sumados a los hermanos, todos de derechas, de izquierdas, independentistas, del Opus, ateos… Cada uno, de una ideología y una creencia. Me daba miedo publicarlo porque no lo había consultado en las comidas familiares, pero cuando hice la presentación en Barcelona, estaba toda la familia, y terminaron en pie, aplaudiendo y para mí fue un momento de comunión importante.
