El primer Gobierno de coalición de la historia democrática de España ha tomado hoy posesión. Más allá de la felicitación enviada por el presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, a Pedro Sánchez, algunos otros prelados se han referido a la situación política. Desde los titulares de Valencia, Getafe o Palencia, a través de sus cartas dominicales, a las entrevistas concedidas por el secretario del Episcopado o el arzobispo de Oviedo.
Luis Arguello, secretario general de la CEE y obispo auxiliar de Valladolid, concedió una extensa entrevista a Eclessia, en la que fue preguntado por la intervención de Sánchez sobre la Iglesia en su discurso de investidura. “El Estado aconfesional no es laicista y por tanto ha de respetar la existencia de confesiones religiosas, singularmente las de especial arraigo, como la Iglesia católica en España. Esta no quiere privilegios, pero tampoco discriminaciones, no quiere estar por encima de la ley, pero tampoco ser menospreciada, así reivindicará el derecho a la libertad religiosa para celebrar la fe y actuar, dentro de la legítima iniciativa social, en favor del bien común”, indicó.
Asimismo, añadió que “la Iglesia también defiende el principio de legalidad, por eso espera que el nuevo Gobierno no busque atajos de ‘legalidad de baja intensidad’ en ninguno de los graves asuntos que ha de abordar, y defiende el principio de igualdad para los católicos y quienes, sin serlo, deseen participar en las obras pastorales, educativas y sociales puedan hacerlo en igualdad de oportunidades y de trato que el resto de los españoles”.
Por otro lado, preguntado en la entrevista realizada por la revista de la CEE sobre la necesidad de dialogar, Argüello manifiesta que es “muy necesario dialogar desde la verdad, la razón y un marco común de referencia con el objetivo del bien común. Por ejemplo, hoy en día es insostenible el Estado de Bienestar por dos razones de fondo: este Estado de Bienestar está pensado con una pirámide demográfica muy concreta y ahora esa pirámide ha cambiado; y el tipo de financiación tiene que ser otro. Estamos en un mercado global y entrando en la cuarta revolución industrial. Entonces, al repensar el Estado de Bienestar, lo lógico sería pedir ayuda del Estado, del mercado, pero también la ayuda de la economía del don, de la generosidad, de la solidaridad, del voluntariado, ¿por qué no? de la Iglesia, en vez de considerarla residuo del pasado o nido de privilegios”.
El prelado concluye su argumentación así: “Lo oportuno sería que nos sentáramos todos, especialmente para un Gobierno que dice tener una preferencia por las llamadas ‘clases populares’. Porque la Iglesia, en su diversa forma de expresarse, es un agente muy activo en los cuatro pilares del Estado de Bienestar: en la educación, en la sanidad, en los servicios sociales y en el cuidado de los mayores, y ofrece una visión transcendente de la persona que fundamenta su radical dignidad. Es fuente de recursos de sentido, esperanza y de criterios éticos, tan necesarios hoy”.
Por su parte, el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, dedica su carta semanal a la cuestión política, en la que comienza felicitando a Sánchez por su investidura. “No quiero ni debo omitir mi felicitación al presidente electo y desearle todo lo mejor en su gestión como presidente, para el bien de España. Tenga la seguridad, presidente, que tendrá en mí un colaborador leal, sincero, independiente, y libre, dispuesto a apoyar y ayudar cuanto se haga al servicio del bien común, de la justicia y de la solidaridad, sobre todo con los más pobres, dentro de los cauces legales y de participación, como hasta ahora he hecho con todos los presidentes y gobiernos legítimamente constituidos, fuesen del signo que fuesen”, explica.
El purpurado dice que, “responsablemente”, ha seguido los debates de investidura, que “me han provocado desconcierto e incertidumbre, preocupación y un cierto desasosiego, porque he podido comprobar que la situación que estamos viviendo es más crítica y crucial de lo que pensaba y creía”. “He comprobado una España sin norte, hecha un lío, desconcertada y sin proyecto. Una España dividida que vuelve a etapas de división y de confrontación, he visto odios, rostros crispados y de rechazo, intransigencia, una memoria que nos hace mirar al futuro. El espíritu de la transición se ha vaciado y olvidado; aquel espíritu de concordia y de convivencia que dio lugar a la ley básica de una España unida en la Constitución se ha roto”, añade.
Asimismo, hace una defensa cerrada de la monarquía, que es “un pilar básico que aúna y sostiene el Estado de derecho” y “por parte de algunos ha sido incluso atacada y por parte de algunos otros no ha sido defendida de inmediato como se merece y se debería exigir en esa España de la concordia, máxime cuando la Monarquía ha sido clave en la transición y para el espíritu de la transición en España y garantía y árbitro de la concordia y el entendimiento entre los españoles, de la reconciliación entre ellos, como ha venido siendo desde su reinstauración y también motor e impulso de desarrollo y de ser considerados en el mundo entero con respeto y hasta con admiración”.
Cañizares dice que ha podido comprobar, “lamentablemente, que el interés por el bien común único que durante el tiempo de la transición ha primado, que ha sido España misma, se ha olvidado, ha casi desaparecido para primar, sin embargo, el interés particular, incluso egoísta y personal, o de grupo marcado por ideologías que siempre dividen y nunca unen”. Y continúa: “Me ha dolido comprobar la caída de los principios éticos y morales que configuran nuestro patrimonio común, se han debilitado notablemente y hasta se han desvanecido; por ejemplo, el valor de la verdad, la verdad que nos hace libres, ha sido sustituido por un relativismo gnoseológico y ético que me ha hecho recordar aquello de la película de los hermanos Marx: ‘Si no le gustan estos principios, tengo estos otros para cambiarlos'”.
El cardenal recuerda que “sin la verdad no cabe la transparencia y no es posible el diálogo: el engaño y la mentira son sus enemigos; se habló del tema de la eutanasia de manera brutal y superficialmente; me llamó mucho la atención que la cuestión de los pobres y de las muchas y múltiples pobrezas nuevas no se resaltase más, como tampoco se resaltó el tema educativo que es clave ante la emergencia educativa que está planteada; el marxismo-comunismo, que parecía desterrado a partir de la caída del muro de Berlín, renace y seguro que va a gobernar España; la socialdemocracia se desfigura, el sentido democrático se sustituye por la imposición de un pensamiento único, y por el autoritarismo y absolutismo incompatibles con la democracia y con el reconocimiento de las libertades que tiene su fundamento en la libertad de conciencia y religiosa que he visto amenazadas en el debate”.
El purpurado va más allá y sostiene que, “en algunos momentos, llegué a pensar que se estaba trasladando lo que está pasando en algunos países de América, por ejemplo Venezuela, o trasportando populismos al hemiciclo del Parlamento de España. Con mucho dolor, debo decirlo y advertirlo, he percibido un intento de que España deje de ser España: los principios y valores que le han hecho ser lo que es, desde la época visigótica, portadora y realizadora de grandes empresas, como América, ya no están, ni cuentan y su unidad se pretende fragmentarla y romperla. En fin, no querría haber hecho este diagnóstico pero es lo que nos ofreció netamente el debate de investidura. Espero, de verdad, que esta situación cambie, y que entre todos, los responsables de la política y del Gobierno, y los ciudadanos de a pie, colaboremos, todos juntos y sin exclusiones, a este cambio”.
Antes de concluir, Cañizares señala que tiene “esperanza”, “virtud que corresponde siempre a tiempos difíciles, y a los hombres de fe, y por eso, en estos momentos escribí, como arzobispo, a toda la diócesis de Valencia la semana pasada que orase insistentemente por España, porque para Dios nada hay imposible y Él todo lo puede, nos ama de verdad, y nos salva”. Y finaliza: “A todos digo: ¡Animo! ¡Adelante! Peores momentos hemos vivido. Y salimos. Ahora también. ¡Seguro!”.
El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, fue entrevistado este fin de semana por El Comercio, con motivo de sus diez años de ministerio pastoral en Asturias. Pregunta obligada era la cuestión política, que el prelado no evitó. “La ventaja que tiene pertenecer a una comunidad como la Iglesia Católica, que tiene dos mil años de historia, es que tenemos en nuestro álbum un montón de escenarios, donde hemos tenido que habérnoslas con verdaderas dictaduras, dictablandas, democracias, anarquías, comunismos, con cualquier sigla política y tantas formas de llevar la cosa pública”, explica el franciscano.
El prelado continúa: “Empieza una singladura que no sabemos cuándo terminará y sobre la que no tenemos experiencia, por lo menos en democracia. Que el gobierno resultante sea un ‘mix’ entre el Partido Socialista Obrero Español –al menos eso dicen sus siglas–, y Unidas Podemos, pues no sabemos cómo van a hacer la gestión. Solo sabemos algunos ademanes, alguna amenazas, algún brindis no sé si al sol naciente o al sol que se pone, pero no cómo va a resultar. A algunos compañeros les han preguntado si teníamos miedo. Miedo ninguno. Respeto democrático al resultado”.
Sanz Montes reconoce una “preocupación más que razonable”. No obstante, advierte que le preocupa “más algo que es ‘prepolítico'”. “Lo que pido a un político, tenga la sigla que tenga, tenga el gobierno en la mano o que aspira a tenerlo, es que sea leal a la verdad y que no cifre su gobernanza en el engaño y la mentira. Hay algún gobernante que el principal enemigo que tiene y el que más le va a poner colorado son sus propias palabras, sus propios programas y lo que ha dicho en campañas electorales no tan lejanas. Pero que sean amantes de la verdad y que no trampeen con las mentiras y las falacias que son demagogias de muy corto recorrido”, dice sin citar a Pedro Sánchez.
Cuando la periodista le pregunta por el nombre de ese político del que habla, el prelado esquiva la pregunta entre risas. “Estoy hablando de un político de Escandinavia, porque yo con los noruegos siempre he tenido buena relación, más que con los suecos (ríe). Lo que me preocupa, decía, no es que un político sea coherente con sus principios y, sabiendo cómo piensa, lo aplique. Me es mucho más difícil dialogar con alguien que no sé lo que piensa, porque lo que hoy es digo mañana es diego. Estamos ante alguien que no tiene conciencia ni firmeza. Eso me suscita enorme preocupación. Tenemos un panorama que habrá que ir descubriendo, con el noble deseo de que les salga bien. Pero que sean amantes de la verdad y que no trampeen con mentiras y falacias”, concluye.
El obispo de Getafe, Ginés García Beltrán, se refirió a la situación política con una carta titulada ‘Los católicos ante una nueva etapa política’. “Para vivir su vocación, la Iglesia siempre estará en actitud de honesto diálogo con los poderes públicos, y siempre tendrá la mano tendida a la colaboración en lo que respecta al bien y al desarrollo del hombre y de la sociedad, como tendrá una palabra de denuncia cuando los gobiernos no respeten este bien”, sostiene.
“Son muchos los católicos que se preguntan, y nos preguntan a los pastores de la Iglesia, sobre el futuro de la fe y de la Iglesia en la nueva situación política marcada por un nuevo gobierno en España. Quieren saber qué puede ocurrir, y si vamos a encontrar dificultades para vivir la fe”, apostilla, para a renglón seguido hacerse eco de una pregunta que está recibiendo con cierta frecuencia: “¿Están los obispos preocupados ante este nuevo Gobierno?”.
Como respuesta, García Beltrán explica que “si se entiende por preocupación la actitud ante lo desconocido, o ante el cumplimiento de los planes de la izquierda, repetidos en todas la campañas y propuestas de Gobierno sobre un laicismo excluyente, o frente a la libertad religiosa, que no es solo profesar mi fe, sino vivir según esta, la concepción del hombre y de la vida contrarios al derecho natural, o la defensa real de los más pobres, sin olvidar el papel de las iglesias y religiones en una sociedad democrática, podemos decir que hay preocupación expectante”. Eso sí, en su carta, matiza a continuación que “si hablamos de preocupación como miedo a la insignificancia o a la invisibilidad, al rechazo o al menosprecio, en mi caso, francamente, no”.
En este contexto el presidente de la Fundación Pablo VI y de la Comisión de Medios de Comunicación de la CEE plantea cómo “ahora más que nunca hemos de anunciar a Jesucristo y proponer su Evangelio”. En este sentido, marca la línea de trabajo: “La Doctrina Social de la Iglesia ilumina la imagen del hombre y su vida en sociedad”. “Creemos también en el bien común que mira y defiende a cada hombre y la vida en común, especialmente a los más pobres”, subraya.
Con estas premisas, García Beltrán llama a los católicos a ser “hombres y mujeres de esperanza, instrumentos de esta virtud”. “Aunque tengamos motivos para desesperar, no perdamos la confianza, seamos presencia esperanzadora en medio de la sociedad”, apunta.
Manuel Herrero, obispo de Palencia, relata en su carta semanal cómo siguió el debate de investidura. A ratos por televisión y otros por radio, el prelado reconoce que hubo momentos en los que se sintió “mal”. “Me ofendían muchas palabras, pero más las actitudes y determinados gestos. Me ofendían los insultos, las acusaciones, los silencios, las descalificaciones personales, muchos aplausos y muchos levantamientos, olvidos, verdades a medias o mentiras enteras. Y me preguntaba: ¿Esto es lo que todos queremos? ¿Esto es contribuir al bien de España, a una buena convivencia, construir futuro y bien común? ¿Este es el espíritu de la Constitución y de la transición? ¿Es este un ejemplo para todos los ciudadanos, para las nuevas generaciones, ejemplo de una sana convivencia?”, se pregunta el prelado para luego responderse: “Considero, como ciudadano y creyente, que no”.
Herrero pide salir de los lamentos del pasado y comenzar a construir juntos. Para ello, propone tres líneas: