Durante tres días, los 1.350 participantes de las 23 federaciones nacionales que integran la Confederación Interamericana de Educación Católica –CIEC-, trabajaron en torno a 3 objetivos: el líder educativo transformador de la escuela; una cultura de comunicación que permita comunicar esperanza y confianza en nuestro tiempo; y dar mayor visibilidad y presencia social a la escuela católica.
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El 26º Congreso Interamericano de Educación Católica logró remecer a muchos participantes. Algunos expositores recibieron una ovación al término de su ponencia. Allí también se reeligió como secretario ejecutivo a Óscar Pérez Sayago, para los próximos 3 años, reconociendo así el valioso aporte hecho por su gestión.
Salir del estereotipo
Nos responde Roberto Pavez, director del Área de Educación de la Conferencia Episcopal de Chile, algunas preguntas que tienen que ver con el Congreso: ¿Cuáles son los principales frutos?
Pavez, nos comenta que el marketing, bien entendido, como se está planteando aquí es un desafío gigantesco. La propuesta es abordar cómo presentamos lo que estamos haciendo como colegios católicos, para ofrecerlo como servicio a la sociedad y que sea bien acogido. En el Congreso quedó manifiesto que es un desafío central muy importante; desde ahí hay que leer los otros dos temas: comunicación y liderazgo, dice.
Afirma que los colegios “no tendemos a mostrar bien lo que hacemos”. Ha quedado claro que es necesario presentarlo de la manera más atractiva y mejor posible. Necesitamos cambiar el concepto con que afrontamos la gestión educacional: incluso el diseño constructivo de los colegios, sus colores, la disposición de sus espacios. En el Congreso se nos mostró intervenciones en esa línea que son realmente muy potentes y que tienen efectos extraordinarios en el proceso de aprendizaje de los estudiantes. Un gran desafío es salir del estereotipo que tenemos para la sala de clases como espacio educativo.
Otro objetivo: el liderazgo
Según Pavez, el tema del liderazgo nos lleva a revisar el efecto de nuestra educación. Millones de estudiantes, en América Latina, han pasado por nuestras aulas en las que les entregamos una propuesta de doctrina social de la iglesia que, en la práctica, ha tenido mínima incidencia en el cambio social. Esto es un desafío gigante: cómo seguir educando con nuestra doctrina social logrando que nuestros estudiantes sean un aporte en la sociedad. Lo que hemos hecho ha sido bueno, pero no ha tenido suficiente incidencia en la sociedad. Basta ver la enorme desigualdad e injusticia en nuestro continente. Los liderazgos actuales pasan por este tipo de cambios que tenemos que producir en la sociedad.
La comunicación en la escuela
El tercer desafío, nos indica el director de educación, es la comunicación que implica poner énfasis en la calidad, ya no en la cobertura, de nuestra educación. Ya no es lo más importante ofrecer educación a toda la población, ahora más bien se trata de ver cuál es la calidad de la educación que estamos dando.
Cree que como Iglesia, tenemos largas y ricas experiencias; debemos acudir a ellas para aprender y mejorar lo que hacemos. Junto con la calidad hay que mirar la pertinencia de lo que estamos dando: no se trata sólo de dar lo que el mercado nos pida, hoy día lo central es cómo humanizar nuestra propuesta educativa y nuestras relaciones al interior de la escuela católica.
Pavez concluye diciendo que “debemos preguntarnos ¿para qué tenemos escuelas católicas en América Latina? ¿Queremos educar en una línea humanizadora que provoque cambios en la sociedad, construyendo en ella el Reino? Lo que hacemos tenemos que presentarlo de la mejor manera posible, atractiva, logrando impacto en la sociedad”.
Los participantes de los 23 países que integran la Confederación vuelven ahora con la misión de contribuir a la transformación de sus escuelas de manera que sean un efectivo agente de cambio humanizador en la sociedad.