Mañana radiante en el Vaticano. El Papa, asomado a la ventana del tercer piso del Palacio Apostólico, glosa el evangelio del día, en continuidad con la Epifanía y el Bautismo del Señor del domingo pasado, para comentar el testimonio de Juan el Bautista, “el primer testigo de testigo”. Se nota que es un personaje especialmente querido por Jorge Mario Bergoglio, pues “no puede contener el deseo urgente de testificar a Jesús”.
Y su testimonio, proclamó el Papa a los congregados en la plaza de San Pedro, “nos invita a comenzar de nuevo en nuestro viaje de fe: comenzar de nuevo desde Jesucristo”, por lo que invitó a que “aprendamos del Bautista a no presumir de que ya conocemos a Jesús, que ya sabemos todo acerca de él”.
“No, no es así –afirmó–. Detengámonos en el Evangelio, tal vez incluso contemplando un icono de Cristo, una Santa Faz, una de las muchas representaciones maravillosas de las cuales la historia del arte en Oriente y Occidente es rica. Contemplemos con los ojos y aún más con el corazón; y dejémonos ser instruidos por el Espíritu Santo, quien nos dice adentro: ¡Él es! Él es el Hijo de Dios hecho cordero, inmolado por amor. Él, Él solo trajo, sufrió, expió por el pecado del mundo, y también por mis pecados. Todos. Los llevó a todos sobre sí mismo y nos los quitó, para que finalmente pudiéramos ser libres, ya no esclavos del mal. ¡Sí, todavía pobres pecadores, sin embargo, no esclavos, no, sino hijos, hijos de Dios!”.
Por ello, Francisco pidió a la Virgen “la fuerza para testificar a su Hijo Jesús; para anunciarlo con alegría con una vida libre del mal y una palabra llena de fe asombrada y agradecida”.
Tras el ángelus, Francisco no quiso olvidarse de Libia, un país que está pasando por una grave situación de inestabilidad política, y a la que ya se ha referido en otras ocasiones, por ejemplo, para reclamar corredores humanitarios que permitieran salir de su territorio a los refugiados que se encontraban varados en él. “Hoy se celebra una conferencia en Berlín para discutir la crisis en Libia. Deseo fervientemente que esta cumbre, que es tan importante, sea el comienzo de un camino hacia el cese de la violencia y una solución negociada que conduzca a la paz y a la estabilidad largamente deseada del país”.
Finalmente, el Papa se dirigió a varios colectivos presentes en ese momento en la plaza vaticana, entre ellos a los miembros de algunas cofradías de Sevilla, y concluyó recordando que este año 2020 ha sido designado Año de la enfermera y la partera. “Las enfermeras son los trabajadores de salud más numerosos y más cercanas a los enfermos; y las parteras son quizás una de las profesiones más nobles”, subrayó Francisco, que pidió rezar por esos colectivos “para que puedan hacer su precioso trabajo de la mejor manera posible”.