Una realidad no lograda todavía y para la que no hay atajos. Esa es (sigue siendo) la situación actual de la unidad de los cristianos, según el diagnóstico de los obispos españoles en su mensaje para la Semana de Oración que, bajo el lema Nos mostraron una humanidad poco común (Cf. Hch 28, 2), se celebra del 18 al 25 de este mes de enero.
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Una semana que, como subrayan en su mensaje los obispos de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales, “nos devuelve a una realidad que olvidamos con demasiada frecuencia: que los cristianos estamos lejos de la unidad que Cristo quiso para su Iglesia”. “Hacia la unidad que el Señor ha querido para su Iglesia no hay atajos, y no podemos dejarnos vencer por la impaciencia. No basta creer que estamos unidos por el bautismo para no tener muy presente que no podemos comulgar unidos”.
Pero “si las divisiones no pueden anular el bautismo válidamente administrado por las Iglesias y comunidades eclesiales, el Octavario nos invita a la oración que ilumine nuestro conocimiento del misterio de Cristo, del cual hemos sido hechos partícipes por el mismo bautismo. No hay otro punto de partida para reconstruir la unidad visible de la Iglesia y alcanzar la meta de la misma Eucaristía”, apuntan los prelados.
Una cultura contraria al Evangelio
“Hemos andado un largo trecho hacia la recomposición de la unidad perdida y anhelada, pero, acosados por la tempestad de una cultura contraria al Evangelio, aún no hemos soltado la carga que impide que la nave se sostenga sobre las aguas altivas de una sociedad relativista y la indiferencia ante la proclamación del mensaje evangélico”, señalan los obispos, que reconocen que “la evolución de las últimas décadas sucedida en algunas Iglesias históricas y comunidades eclesiales ha distanciado a confesiones cristianas que habían andado un largo camino de la unidad visible de la Iglesia”.
“Hemos alcanzado –enumeran los obispos– grandes logros en el acercamiento de posturas doctrinales sobre la justificación por la fe y el fruto de las buenas obras. Hemos acercado posturas sobre la vida sacramental y la recomposición de un entendimiento común de la eucaristía, la sucesión apostólica en la fe común y en el ministerio de los Apóstoles, y hemos emprendido juntos un progresivo reconocimiento recíproco de los elementos de gracia y salvación que compartimos en la Iglesia, pero la unidad visible todavía no es una realidad lograda”.
“Esta –añaden– solo la lograremos mediante una profunda conversión a Cristo” porque, de esa manera, podremos proclamar el evangelio de palabra y de obra, y así afrontar el gran desafío de la nueva evangelización”
Pérdida de fieles
Y es que los obispos reconocen que la situación que atraviesan las Iglesias está llena de dificultades en el momento presente. “Todas las Iglesias históricas han perdido fieles y, en Europa, la secularización de la vida cotidiana tiende a excluir la religión del horizonte en el que se hace presente el sentido y la orientación última de nuestra vida mortal. Necesitamos cambiar nuestro corazón y nuestra mente y dejar que la gracia de Dios purifique y transforme nuestra vida, para volver a ser testigos de Jesús en el mundo indiferente de nuestro tiempo”.
De ahí la importancia de la unidad de los cristianos, porque “nuestra proyección misionera forma parte de la condición cristiana, por eso necesitamos el gran argumento de la unidad cristiana para dar razón de la esperanza que tenemos en Cristo”, pero también “para mostrar al mundo que la comunión de los que se saben hermanos en el Hijo de Dios es manifestación de la comunión con Dios, único futuro para el hombre”.