“Sin libertad religiosa no hay paz”. Lo advierte el arzobispo Castrense de España, Juan del Río, en su carta pastoral titulada ‘El capellán militar y los derechos humanos’, publicada recientemente. En el capítulo dedicado específicamente a la asistencia religiosa a los militares, el prelado recuerda que “la presencia de la religión en la milicia a través de los capellanes no afecta negativamente a la neutralidad del Estado en materia religiosa. Este asentimiento por parte del Estado revela que tiene en cuenta la dignidad de la persona y su dimensión religiosa”.
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- OFERTA: Suscríbete antes del 31 de enero
Asimismo, tomando la Declaración de Abu Dhabi, firmada en febrero de 2019 por Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar, remarca que “el dogmatismo posmoderno se ha de liberar de sus prejuicios sobre las religiones como causantes de las guerras”, para luego rematar: “La libertad religiosa es un arma auténtica de la paz”.
En su escrito, Del Río expone el papel que desarrollan los sacerdotes entre los hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas y Cuerpos de Seguridad del Estado, una labor “muy desconocida tanto dentro como fuera de la Iglesia” y amparada por el Derecho Internacional Humanitario.
En su defensa del servicio de la capellanía castrense, Del Río apunta que “la milicia necesita una mística, una espiritualidad, muy al contrario del clásico mercenario”. Y es que “el capellán castrense representa un plus de humanidad en tiempos de paz y de conflictos para nuestros militares y para la sociedad a la que las Fuerzas Armadas deben servir”.
Cercano, dialogante, acogedor, respetuoso y samaritano
El arzobispo traza el perfil del capellán castrense hoy: “Debe tener un cierto liderazgo moral por su: coherencia ministerial, seguridad en lo que enseña y predica, equilibrio humano, capacidad de relaciones humanas para crear comunidad, de mente flexible y firme en lo esencial, sereno y prudente en el discernimiento de los temas y sobre las personas, creatividad en las operaciones y en las acciones de cada día, misionero de frontera y puente entre tropas y mandos”. Todos estos valores son los que le hacen siempre merecedor del cariñoso sobrenombre de ‘páter’, tanto para los más alejados como cercanos a la fe cristiana.
Según Del Río, la “gran novedad” de Francisco con el mundo castrense es que “ha revalorizado la figura del capellán militar, poniéndole en relación con la defensa de los derechos fundamentales de la persona”. Asimismo, describe con el lenguaje de Francisco en cuatro características al sacerdote castrense: cercano y dialogante, acogedor, respetuoso y samaritano. A esta última cualidad responde la labor de la Cáritas castrense.
Ante un mundo en cambio, el arzobispo castrense pide a los capellanes ser “puente” de entendimiento y concordia en los enfrentamientos. “Su misma persona ha de ser un hospital de campaña, donde todos puedan encontrar una palabra de aliento, un bálsamo para las heridas”, explica parafraseando al Papa.