La vicepresidenta primera del Gobierno, Carmen Calvo, es ya la interlocutora oficial entre el Gobierno y la Iglesia católica. Así lo refleja el hecho de que el Ministerio de Presidencia haya asumido el diálogo con las confesiones religiosas y, por lo tanto, las relaciones Iglesia-Estado. Se trata de un reparto inédito de competencias, en tanto que lo habitual es que estas tareas las abordara el Ministerio de Justicia.
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Sin embargo, la coalición con Unidas Podemos ha propiciado un giro en la asunción de estas responsabilidades. Y es que, el acuerdo entre los socialistas y la formación morada obligó a que la cartera de Igualdad quedara en manos de Irene Montero, por lo que todas las cuestiones relativas a la defensa de los derechos de la mujer, que hasta ahora recaían en Calvo, pasaran a manos del equipo de Pablo Iglesias.
Memoria democrática
Al verse obligado a recomponer las funciones de su gabinete, Pedro Sánchez quiso reforzar de alguna manera a su vicepresidenta primera. De ahí que decidiera entregarle a Calvo todas las competencias relacionadas con la llamada ‘Memoria democrática’, un asunto que buscaría tutelar de cerca el presidente para marcar un discurso firme en una cuestión de tintes ideológicos, pero sin las estridencias y el tono radical que podría otorgarle el equipo de Pablo Iglesias. Esta área eminentemente política dependía de Justicia y al entregársela a la vicepresidenta buscaría ser un nuevo contrapeso a la presencia de Podemos en el Consejo de Ministros.
En este mismo quiebro, se consideró conveniente que Calvo asumiera, junto a la memoria histórica, los asuntos religiosos. Y es que, si Pedro Sánchez se preocupó de que ninguno de los ministros de Unidas Podemos tenga acceso al recinto de Moncloa, este control físico también se trasladaría a los temas eclesiales.
No a un tono beligerante
Según ha podido confirmar Vida Nueva, el Gabinete de la Presidencia quiere llevar directamente las relaciones con los obispos y con aquellos temas que les atañen, sin interferencias de ningún tipo. Conscientes de que van a surgir desencuentros al poner sobre la mesa cuestiones programáticas como la eutanasia, la revisión de las inmatriculaciones o la asignatura de religión, confían en que no se vean acrecentados por agentes externos. No se va a rebajar el contenido de estas propuestas, pero sí se huye del tono beligerante que se pudiera pretender tanto desde la extrema izquierda como derecha.
De ahí, la confianza puesta en Calvo, no para que ejerza de acicate contra la Iglesia sino para que se dé “una relación directa y fluida en la línea de la anterior legislatura”, confirman desde Moncloa, más allá de las alocuciones en defensa del laicismo inherentes a su discurso como socialista.
Relación cordial
A pesar del entuerto diplomático provocado a raíz de la exhumación de Franco por sus declaraciones tras su primer encuentro con el secretario vaticano de Estado, Pietro Parolin, las relaciones se recondujeron y llegaron finalmente a buen puerto. Muestra de ello es la participación de Calvo en el consistorio cardenalicio del pasado mes de septiembre. Su viaje a Roma se consideró un gesto público de agradecimiento del Gobierno a la Santa Sede y a la actual cúpula del Episcopado español. Además, la vicepresidenta entonces en funciones verbalizó a los cardenales con quien compartió velada en la Embajada que no se verían amenazados los acuerdos Iglesia-Estado.
“A estas alturas deberíamos estar acostumbrados a cómo se mueve el PSOE. De cara a la galería lanzan proclamas alarmistas para tener contento a una parte del electora. Pero, después, en el día a día, más allá de algunas medidas que pueden escocer, hasta la fecha siempre se ha podido negociar”, comenta un obispo de largo recorrido. “Ahora no tiene que ser diferente, sobre todo, si marcan distancias con Podemos en competencias, como así parece con el nombramiento de Calvo”, añade.