El papa Francisco hizo este miércoles un llamamiento a todos los cristianos, “protestantes, católicos y ortodoxos” por igual, para “trabajar juntos” y ofrecer hospitalidad “hacia los más vulnerables”, en especial los “hombres y mujeres migrantes que afrontan peligrosos viajes para escapar de la violencia, la guerra y la pobreza”.
Durante su catequesis en la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, y que estuvo enmarcada a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que concluye este sábado, el Pontífice recordó el naufragio de san Pablo en Malta y destacó que también hoy “el mar es un lugar peligroso para la vida de otros navegantes”. Se trata de los migrantes, que como el apóstol y sus compañeros, “experimentan la indiferencia y la hostilidad del desierto, de los ríos, del mar”.
El Papa lamentó que muchas veces a estas personas “no se les deja desembarcar en un puerto” y deben afrontar una hostilidad por parte de los hombres peor que la de los elementos de la naturaleza. “Son explotados por traficantes criminales, tratados como números y como una amenaza por algunos gobernantes; a veces la falta de hospitalidad les golpea como una ola hacia la pobreza o los peligros de los que huyeron”.
La hospitalidad, insistió Francisco, es una “virtud ecuménica” importante. “Acoger a los cristianos de otras tradiciones significa mostrarles el amor de Dios, pero también acoger lo que Dios ha realizado en sus vidas. Estemos disponibles y abiertos, con el deseo de conocer su experiencia de fe, para vernos enriquecidos por ese don espiritual”, dijo el Papa. En su alocución pidió al Señor “por todos cuantos sufren en el mar tempestuoso del desarraigo y el abandono, y comprometámonos a trabajar juntos, pidiendo al Señor el don de la unidad, de modo que como cristianos testimoniemos el amor premuroso de Dios por cada persona”.
Al final de su catequesis, Jorge Mario Bergoglio recordó que el próximo sábado se celebra el inicio de año lunar, una importante fiesta en China y otros países de Extremo Oriente. El Pontífice envió a los habitantes de estos países “un saludo cordial, augurando en particular a las familias que sean lugares de educación a las virtudes de la acogida, de la sabiduría, del respeto hacia todas las personas y a la armonía de la creación”.
Concluyó Francisco con una invitación a “rezar por la paz, por el diálogo y por la solidaridad entre las naciones”, dones que consideró “más necesarios que nunca” para el mundo de hoy.