Bolivia lleva cuatro meses sumida en una fuerte convulsión social, política e institucional. Tras las numerosas protestas en la calle contra Evo Morales, acusándole desde diversos sectores críticos de manipular las elecciones generales de octubre (lo que además generó una represión que causó 20 víctimas), el pasado 10 de noviembre, el ejército forzó su renuncia y el presidente marchó al exilio, estando actualmente en Argentina, tras ir primero a México.
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Solo dos días después, la opositora conservadora Jeanine Áñez, hasta entonces vicepresidenta segunda del Senado, fue proclamada presidenta. Tal y como anunció, asumía el cargo solo de un modo eventual y, negando tajantemente que se tratara de un golpe de Estado para perpetuarse en el poder, convocaría de un modo inminente unas nuevas elecciones en las que serían los bolivianos los que elegirían a su presidente.
Sin embargo, las decisiones que ha tomado Áñez hacen sospechar que se están forjando las bases para la consolidación de un Ejecutivo autoritario. Así, firmó un decreto en el que daba carta blanca al ejército para reprimir manifestaciones en su contra en las que se podía llegar a matar sin tener que rendir cuentas por ello; ha extendido visiblemente la presencia de los militares en la calle; ha cerrado medio centenar de emisoras de radio; y, este 15 de enero, ha conseguido que la Asamblea Legislativa aprobara la prórroga de su mandato hasta el 3 de mayo, día en el que, salvo cambio imprevisto, se celebrarán definitivamente las elecciones generales.
Candidatos de cara a las elecciones
Unos comicios, por cierto, a los que ella misma aseguró que no se presentaría (para salvaguardar esa imagen de garante de la independencia en esta breve transición), aunque, en sus últimas apariciones públicas, ya no ha descartado esta posibilidad. Quien ya está confirmado de cara a esas elecciones es el candidato designado desde Buenos Aires por Evo Morales (quien no se presentará), Luis Arce, quien, de momento, se mantiene fuera del país, denunciando que sufre “persecución” por parte del Ejecutivo interino.
En medio de esta crisis, ¿cuál ha sido y es el papel de la Iglesia? En primer lugar, los obispos no dudaron al exigir que se investigaran las elecciones de octubre, en las que Morales se proclamó vencedor, pues incluso la Organización de Estados Americanos (OEA) denunció que se produjeron significativas irregularidades. Así, cuando un destacamento militar forzó su cesión y se dio paso a un Gobierno interino que debía convocar elecciones, los pastores defendieron ante la comunidad internacional que en ningún caso se trataba de un golpe de Estado, fijando su legitimidad en la propia Constitución, pues se aplicó el artículo 169.
Mesa de diálogo
Pero no se quedaron en las palabras, sino que, ese 18 de enero, tras conseguir que se sumaran a su reclamación los representantes en el país de la Unión Europea y la ONU, la Conferencia Episcopal llamó oficialmente “al Gobierno nacional, a los partidos y a los representantes de la sociedad a un diálogo” que tendría lugar en una mesa establecida por todos ellos. ¿El único punto a concretar? “Celebrar nuevas elecciones, transparentes y confiables”.
Fijadas estas para el 3 de mayo, desde entonces no ha habido una declaración institucional similar, pronunciándose, eso sí, algunos obispos de modo particular. Así, el obispo de El Alto, Eugenio Scarpellini, ha culpado de la crisis a Evo Morales y a su partido, el MAS, denunciando que idearon un “plan de desestabilización” nacional.
El último en manifestarse, en una entrevista con Vatican News, ha sido Aurelio Pesoa, obispo auxiliar de La Paz y secretario general de la Conferencia Episcopal Boliviana. Tras reconocer su “preocupación” por la masiva manifestación que, con motivo de la fiesta nacional, han convocado militantes moralistas este miércoles 22 de enero, ha detallado que, en el momento actual, los prelados “nos mantenemos un poco en guardia”, atentos siempre a los últimos acontecimientos y conscientes de que “todavía no hemos terminado todo con el compromiso para la pacificación y la facilitación del diálogo. Sigue siendo un reto que se mantendrá estos días. Seguramente, será un trabajo no tan intenso como al principio, pero sí de estar atentos”.