Andacollo es un pequeño poblado de poco más de 10 mil habitantes, en la arquidiócesis de La Serena, norte de Chile. Allí se celebra cada año, entre el 23 y 27 de diciembre la fiesta dedicada a Nuestra Señora del Rosario a la que acuden miles de peregrinos, muchos de ellos organizados en bailes religiosos.
Hasta Andacollo llegaron casi 100 delegados de las organizaciones diocesanas de bailes religiosos procedentes de Tacna, en Perú; y de 8 diócesis chilenas. Bajo el lema “Bailes Religiosos, Iglesia viva que camina con Jesús y María” evaluaron y proyectaron su caminar.
Así lo expresan en su declaración: “Desde el pasado Congreso (Arica, 2017) asumimos grandes desafíos para guiar la acción de los Bailes Religiosos en nuestro país. Ellos son: ser una Iglesia que Escucha: memoria agradecida a la vida de los Bailes; ser una Iglesia que Anuncia: el valor de potenciar la identidad y la tradición; y ser una Iglesia que Sirve: envío misionero, Iglesia en salida”.
De ese modo, se reconocen en sintonía con las líneas actuales de la Iglesia y reafirman que “los bailes religiosos somos pueblo de Dios”. Por lo mismo, no dejan de asumir la actual crisis eclesial “de la que no podemos sentirnos ajenos y que nos invita, como Pueblo de Dios, a ser activos constructores de nuevas formas de ser Iglesia”, aseguran. En este contexto se proponen para los próximos dos años: renovar las formas del liderazgo, potenciar la presencia y participación activa de jóvenes y abordar la sociedad de hoy.
“Encontrarnos siempre es motivo de alegría, expresan en su declaración final, compartir nuestras historias, nuestras tradiciones, subir a la montaña para estar a los pies de la Chinita de Andacollo, la que estuvo presente en todo nuestro Congreso, nos hace reafirmar, sentirnos y reconocernos hijos de una misma madre”.
Los bailes religiosos son cofradías u organizaciones con un mínimo de 20 integrantes comprometidos a cumplir sus deberes cristianos y acatar la autoridad del cacique y Directiva. Hay diversos tipos de bailes, todos ellos buscan en la danza la expresión de su fe en Cristo, a través de María, aunque también los hay dedicados al Niño Dios, santos patronos y a la Santa Cruz. Los más antiguos, con raíces conocidas a fines del siglo XVI, tienen origen incaico.
Una fuerte acción pastoral de la iglesia, en las últimas décadas, ha enriquecido la experiencia religiosa tradicional heredada en esas cofradías con elementos de la nueva evangelización y sentido comunitario eclesial. Hoy son organizaciones incorporadas a la vida eclesial diocesana, reconocidas y apoyadas en su formación y acción.
Los principales santuarios en el norte chileno son La Tirana, Iquique; Chiu-chiu, Ayquina y Caspana, en Calama; La Candelaria, en Copiapó; y Andacollo, en Coquimbo.