El Síndrome ‘Burnout’ –literalmente ‘quemado’–, el estrés y agotamiento relacionado con el trabajo, crece entre las religiosas, según advierte el último número del suplemento femenino del Vaticano Donne Chiesa Mondo –de L’Osservatore Romano– y distribuido en español por Vida Nueva. Entre las causas de este síndrome y del trastorno de estrés postraumático pueden estar el abuso de poder, sexual o el hecho de que se genere un contexto abusivo.
Por ello, la Unión Internacional de Superioras Generales, en colaboración con la Unión de Superiores Generales, ha decidido crear una Comisión de Cuidados Personales que hará un estudio durante los próximos 3 años de un tema tabú hasta ahora.
La religiosa australiana, Maryanne Lounghry, señala que se estudiarán no solo los casos aislados sino “dentro de un ecosistema”, analizando “desde la religiosa, a la congregación, a la comunidad, a la sociedad”. Por ello, se establecerá “un código de conducta” con regulaciones similares a los contratos de trabajo.
“Un trabajo seguro durante un año me da paz y tranquilidad, así como saber que no me pueden enviar al otro lado del mundo en ningún momento, o cuándo puedo ir de vacaciones. Sin embargo, si no conozco los límites de mi compromiso, no puedo controlar el estrés. No tener el control de la vida de uno, no poder planear, socava la salud mental. Trabajar en la ambigüedad, sin ciertas reglas, puede hacer que me sienta intimidado, abusado, molestado”, señala la también psicóloga.
La labor de las religiosas “debe ser reconocida, como se reivindicó en el Sínodo de la Amazonía”, recalca Lounghry, para evitar que “se cree una disonancia cognitiva: se vive una cosa, pero para los demás se es una cosa diferente”. El bienestar de las hermanas, repercutirá en el bien de la congregación, razona. “Tenemos que invertir en el bienestar de las hermanas estableciendo normas: dos semanas de vacaciones, un salario, una vivienda decente, acceso a Internet”. “Con reglas claras se evita el abuso y se tienen formas claras de lidiar con él”, afirma.
Esto vale también para la calidad de la distensión. Necesitamos “una clara definición de los aspectos recreativos: divertirse, organizar fiestas, formar equipos”. “Debería estar escrito que, cada cinco años, una monja puede hacer uno”, dice respecto a los retiros espirituales o momentos sabáticos. “A veces no damos a las hermanas la oportunidad de relajarse, siempre proponemos nuevas tareas”, asegura la religiosa.
Pensando en las superioras, recuerda que también “existe el agotamiento de un largo liderazgo”. Además, el hecho de afrontar tantas dificultades o situaciones duras puede conducir al trastorno de estrés postraumático, que puede ser una enfermedad para los cuidadores. “Una religiosa que cuida a personas que han sufrido un trauma puede acabar sufriendo también un trastorno de estrés postraumático: si trabajas durante años en centros para refugiados y víctimas de la trata, te quedas dentro, eso va cavando como una gota de agua”, advierte Maryanne Lounghry.