La entronización del libro de los evangelios en un atril frente al altar y la entrega de una edición especial de la Biblia a 60 fieles muy heterogéneos han sido los gestos extraordinarios que se han añadido a la eucaristía presidida por el papa Francisco en la basílica de San Pedro en el Vaticano. El pontífice ha celebrado así la primera edición del Domingo de la Palabra de Dios, instituido por el Motu proprio ‘Aperuit illis’ el pasado 30 de septiembre de 2019, día de san Jerónimo.
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En su homilía, el papa Francisco señaló que en “este primer domingo de la Palabra de Dios vamos a los orígenes de su predicación, a las fuentes de la Palabra de vida”, en alusión a las lecturas de la misa del día. Siguiendo el texto de Mateo (Mt 4, 12-23) se detuvo en el “cómo, dónde y a quién Jesús comenzó a predicar”.
El mensaje del Reino
El “cómo” es el mensaje de que el “reino de los cielos está cerca” y este es la forma de Dios “de estar ante nosotros”. “Dios no está lejos, el que habita los cielos descendió a la tierra, se hizo hombre. Eliminó las barreras, canceló las distancias. No lo merecíamos: Él vino a nosotros, vino a nuestro encuentro”, añadió.
Para el Papa, “Dios asumió nuestra humanidad porque nos ama y libremente quiere darnos esa salvación que nosotros solos no podemos darnos” y “desea estar con nosotros, darnos la belleza de vivir, la paz del corazón, la alegría de ser perdonados y de sentirnos amados”.
La invitación a la conversión de Jesús es, para el pontífice, el comienzo de “una nueva forma de vivir: ha terminado el tiempo de vivir para ti mismo; ha comenzado el tiempo de vivir con Dios y para Dios, con los demás y para los demás, con amor y por amor”. Por ello, “su Palabra nos consuela y nos anima. Al mismo tiempo, provoca la conversión, nos sacude, nos libera de la parálisis del egoísmo. Porque su Palabra tiene este poder: cambia la vida, hace pasar de la oscuridad a la luz”.
Desde la periferia
Sobre Galilea, “la región donde Jesús inició a predicar” y tenida por tierra de oscuridad por la “mezcla de pueblos, idiomas y culturas” que se alejaba de la “pureza religiosa del pueblo elegido” es una muestra de que Dios se presenta “desde un lugar fronterizo, desde una periferia”. “La Palabra que salva no va en busca de lugares preservados, esterilizados y seguros. Viene en nuestras complejidades, en nuestra oscuridad”, señaló Bergoglio.
“Dios desea visitar aquellos lugares donde creemos que no llega. Cuántas veces preferimos cerrar la puerta, ocultando nuestras confusiones, nuestras opacidades y dobleces. Las sellamos dentro de nosotros mientras vamos al Señor con algunas oraciones formales, teniendo cuidado de que su verdad no nos sacuda por dentro”, reclamó. Jesús “no tiene miedo de explorar nuestros corazones, nuestros lugares más ásperos y difíciles. Él sabe que sólo su perdón nos cura, sólo su presencia nos transforma, sólo su Palabra nos renueva”, reiteró.
Un mensaje para cada día
Señalando que los primeros discípulos del Señor fueron unos pescadores –“ personas comunes y corrientes que trabajaban”–, Francisco los presenta como actuando “atraídos por el amor”. Por eso, para el Papa, “los buenos compromisos no son suficientes para seguir a Jesús, sino que es necesario escuchar su llamada todos los días”.
Finalmente recomendó leer “algún versículo de la Biblia cada día”, empezando por el evangelio. “Mantengámoslo abierto en casa, en la mesita de noche, llevémoslo en nuestro bolsillo, veámoslo en la pantalla del teléfono, dejemos que nos inspire diariamente. Descubriremos que Dios está cerca de nosotros, que ilumina nuestra oscuridad, que nos guía con amor a lo largo de nuestra vida”, concluyó.