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Salvador Giménez: “La Diócesis de Lleida nunca robó ni esquilmó nada a nadie”





Obispo de Lleida desde hace poco más de cuatro años, Salvador Giménez se ha encontrado encima de la mesa con el litigio a propósito de los llamados Bienes de la Franja, hoy judicializados y politizados, a pesar de que hace ya tres lustros que una sentencia canónica decidió al respecto.



Poco amigo de alimentar conflictos, este pastor –al que se nota también harto de un asunto que quemó muchas energías de su predecesores– se pronuncia por primera vez para defender por qué, tras escuchar a los consejos diocesanos, ha decidido recurrir la sentencia que ordena la “inmediata devolución” de las 111 obras de arte a la Diócesis de Barbastro- Monzón.

PREGUNTA.- ¿En qué situación se encuentra ahora el proceso tras la sentencia del pasado diciembre?

RESPUESTA.- Un matiz inicial para aclarar un error en el titular que publicó vuestra revista. Fue una sentencia del Tribunal de 1ª Instancia de Barbastro, que no tenía nada que ver con “el Tribunal Superior de Justicia de Aragón dictamina…”, como se afirmaba.

En este momento se preparan por parte de este Obispado las alegaciones a la sentencia en los plazos que había determinado el juez y, más tarde, como asiste a todos los particulares e instituciones en el ordenamiento jurídico español, recurrir a la Audiencia Provincial de Huesca. Ese fue el sentir casi unánime de los miembros de los Consejos de esta diócesis –Presbiteral, de Consultores, Pastoral y Asuntos Económicos– cuando el obispo, al hacerse pública la sentencia, explicó su contenido y solicitó la opinión. Por tanto, no fue exclusiva del obispo. Por otra parte, hay que recordar que la utilización del recurso es un derecho que se puede ejercer en cualquier pleito civil. Además, la iniciativa de llevar a la justicia ordinaria este asunto no fue nuestra.

El comienzo del litigio

P.- ¿En qué momento esto dejó de ser un asunto inter-diocesano? ¿Por qué salió de este ámbito?

R.- Siempre ha sido un asunto entre dos diócesis. El litigio da comienzo con la segregación de la Diócesis de Lleida en 1995, pasando las parroquias de la provincia de Huesca a la nueva Diócesis de Barbastro-Monzón y quedando las de la provincia de Lleida en esta diócesis. Téngase en cuenta que ambos territorios componían una diócesis desde el siglo XII. O sea, 800 años con un solo obispo, con un presbiterio único y una sola comunidad. El obispo Meseguer [titular entre 1889-1905 e iniciador del Museo Diocesano] actuó siempre en su diócesis y sus iniciativas tuvieron un doble objetivo: que no desaparecieran objetos religiosos y que se creara un museo para la formación de los futuros sacerdotes. Nunca robó nada ni esquilmó a nadie. De hecho, desde 1900 hasta la segregación, nadie puso en duda su gestión.

Ignoro las razones por las que trascendió al ámbito civil. Seguramente porque las obras en cuestión están en una institución civil [el Consorcio del Museu de Lleida] en la que el Obispado participa en su Patronato en una mínima proporción. Ya se explicó que, caso de abandonar el Patronato [formado por otras cinco instancias civiles], no podía disponer de las obras.

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