La escucha como valor fundamental de la vida. Fue el eje transversal de la conferencia que impartió ayer por la tarde en Madrid el cardenal José Tolentino Mendoça. Tras su visita a Salamanca del martes, el director del Archivo y la Biblioteca Apostólica Vaticana fue el responsable de clausurar la exposición ‘Violencias Silenciadas’ promovida por los dominicos en el Espacio O_Lumen. Junto a él, también acudió a espacio artístico el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro.
El purpurado portugués, conocido por ser un referente de la literatura portuguesa, hizo un llamamiento a promover la escucha de los signos de los tiempos: “Si escuchamos, podemos abrazar lo que el Papa Francisco plantea: no vivimos solo en una era de turbulencias y cambios, sino en un cambio de época”.
Desde estas coordenadas, explicó cómo “las migraciones no son un fenómeno episódico, sino que corresponden a un movimiento de reconfiguración de nuestras sociedades”. A renglón seguido subrayó que “el desafío para nosotros, los cristianos, es como poner en el centro todas estas dinámicas históricas”.
“En medio de un mundo que mira el futuro como distopía, los cristianos estamos llamados a no tener miedo y mirar con esperanza en medio de tantos naufragios”, sugirió en un tiempo que consideró “ambiguo”. “Tenemos que huir de la lógica del miedo, porque nos cierra en nosotros mismos y la confianza nos abre al corazón”, añadió.
“La fraternidad no es un automatismo. Solo por el mero hecho, no se frena que uno mate a otro. Tiene que haber una decisión ética sobre el otro: ¿acojo o discrimino?”, reflexionó a partir del relato de Caín y Abel. “La fraternidad es una decisión y un proyecto con el que debemos comprometernos. Estamos llamados a hacer algo”, aseveró.
El cardenal explicó que “la experiencia religiosa es un receptor muy preciso para una escucha total, radical y escatológica de la condición humana”. “El judaísmo y el cristianismo son religiones de la escucha”, defendió, a la vez que planteó que “no solo se escucha con los oídos, sino también con el corazón, que no es más que una escucha profunda donde todos los sentidos nos son útiles”.
Tolentino lamentó que hoy “nos escuchamos muy poco a nosotros mismos y, entre las habilidades que desarrollamos, raramente está el escuchar”. Y añadió: “Muchas veces nos perdemos en abstracciones porque no escuchamos la vida real, no escuchamos los susurros del otro”.
“Si rehacemos la historia de la humanidad dese la más elemental antropología de la vida cotidiana hasta la más sofisticada manifestación de las artes, esta necesidad de escucha se insinúa por todas partes”, insistió.
En esta misma línea, relató que “la mayoría de las cosas que hemos inventado desde la rueda a la palabra, de la mesa a las plazas de nuestros pueblos, desde los medios de comunicación hasta las grandes piezas musicales… Todas son el resultado del deseo de escucha cercana”.