Entrevistas

Luisa Muraro: “La igualdad hombre-mujer en la Iglesia todavía está muy lejos”





En 2004, cuando salió la Carta a los Obispos sobre la colaboración entre el hombre y la mujer, escrita por el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger, Luisa Muraro, entre las teóricas feministas más importantes y escuchadas, habló de su importancia, de “colaboración en el reconocimiento de la diferencia”. Palabra, “diferencia”, que marca su trabajo como filósofa, escritora y feminista.



PREGUNTA.- Desde ese 2004, en la Iglesia, ¿se han dado pasos adelante o no?

RESPUESTA.- Las relaciones entre las mujeres y de las mujeres con los hombres han conocido grandes cambios, incluso revolucionarios. La Iglesia se ha visto afectada.

P.- ¿Para bien o para mal?

R.- Para bien, como se ha visto recientemente en el Sínodo de la Amazonía. El protagonismo femenino crece en visibilidad también en la Iglesia católica. La respuesta se convierte en incierta cuando nos referimos a la institución Iglesia.

P.- ¿En qué sentido?

R.- El paso adelante en este punto podría haber sido la concesión de autoridad a las mujeres a la luz del sol. No lo hubo. Los cambios para mejor provienen de abajo y bajo la presión de un mundo que está cambiando por sí solo. Me parece que, a un alto nivel, prevalece la preocupación por llevarse bien con una tradición que tiene, fatalmente, la impronta de entre-hombres de poder.

Acuerdo entre hombres y mujeres

P.- ¿Está pensando en el Papa?

R.- Es una excepción y logra trascender esta impronta en la medida en la que se hace instruir por el espíritu del Evangelio. Esto se ve en su concepción de la Iglesia, y en el tema de la justicia social.  Con respecto a las mujeres, el Papa ha mostrado estar felizmente inspirado en el discurso a los participantes en la asamblea de la Academia Pontificia para la Vida, el 5 de octubre de 2017, donde indicó “un nuevo comienzo” a la relación hombre / mujer: “No se trata de la igualdad de oportunidades o del reconocimiento recíproco. Es el acuerdo de los hombres y las mujeres sobre el sentido de la vida y sobre el camino de los pueblos. El hombre y la mujer no sólo están llamados a hablarse de amor…”.

P.- El Papa Francisco también ha dicho: “La Iglesia es mujer, no hombre, no es ‘el Iglesia’. Y ha añadido que “no se trata de dar más funciones a la mujer», sino de «pensar en la Iglesia con categorías de una mujer”.

R.- Es un punto alto alcanzado por el Papa en la conciencia de su parcialidad antropológica, es decir, de ser solo un hombre, un ser humano masculino que carece de la experiencia femenina. El uso del género gramatical femenino de la palabra “iglesia” no es un recurso banal. En las palabras del Papa, también veo una sugerencia que refleja una experiencia personal: cuando hablamos de la Iglesia, dice, pensamos en ella como una mujer y de esta manera hacemos espacio para la humanidad que nosotros clérigos no somos, la femenina.m Lástima por las palabras sobre las “funciones” que se dan, o más bien no se dan, a las mujeres. Hubiera sido más sensato invitarse a sí mismo y a los otros a liberarse de muchas funciones, de cargos.

Teología femenina

P.- Francisco dice que “no se ha hecho una profunda teología de la mujer”. ¿Su pontificado respecto a la cuestión femenina añade algo?

R.- En la historia de la Iglesia no veo una cuestión femenina. En cambio, veo que las mujeres han causado problemas a los hombres debido a circunstancias histórico-políticas (como el patriarcado) y culturales (como la misoginia). Pero el razonamiento es otro. Podemos hablar de una cuestión femenina si el objetivo es acabar con las discriminaciones contra la mujer.

El objetivo de la igualdad todavía está muy lejos, incluso en países más avanzados. Y tal vez es un espejismo. Pero no importa: la igualdad está en un horizonte histórico limitado, reductivo con respecto al principio de igualdad. La enseñanza del Evangelio trasciende la igualdad o la voltea, por lo que se dice que los últimos son los primeros.

P.- ¿A qué deben apuntar las mujeres en la Iglesia?

R.- A los cristianos se les pide la santidad personal, es decir la perfección en la realización de sí mismo. Y esto conlleva, para el ser humano en carne y hueso, sexo y deseos, alcanzar y encarnar de forma personal y original el sentido libre de la diferencia sexual. Quizá este es el camino para llegar a esa profunda teología de la mujer que dice el Papa, un camino que va más allá del neutro fingidamente universal.

Sin limitaciones ni modelos

P.- ¿Y cuál es la “diferencia” para que reivindiquen las mujeres dentro de la Iglesia?

R.- ¿Reivindicar? No, he hablado de encarnar de forma original y personal, sin imitaciones ni modelos prescritos.

P.- Hablando a las mujeres consagradas, el Papa ha dicho que también dentro de la Iglesia “el rol de servicio de la mujer resbala hacia un rol de esclavitud”. Y las ha invitado a decir ‘no’ cuando se les pide “algo que es más de servidumbre que de servicio”.

La constatación del Papa Francisco es justa y aún más lo es su invitación. ¿Pero quién dará el discernimiento necesario a una humanidad femenina educada para confundir el amor con la subordinación? Hace años, sor Marcella Farina, hablando a las Superioras generales reunidas en Roma, las invitó a prestar atención al feminismo. “Nos concierne, dijo, porque habla a las mujeres y también nosotras consagradas somos mujeres”

¿Quién es sor Marcella Farina? El catecismo habla de la autoridad carismática que es don del Espíritu Santo, dado también a las mujeres. Marcella Farina es una de ellas.

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