El 31 de enero, como cada año, la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la O de Rota (Cádiz) acogió la misa con motivo de la fiesta de san Juan Bosco. El encargado de presidir la celebración a la que acudían los alumnos del cercano colegio salesiano fue Marco Antonio Martínez Moreno, también salesiano. En la homilía, el sacerdote empleó un instrumento educativo muy propio del santo turinés: la magia, haciendo aparecer y desaparecer por arte de magia varias botellas de vino.
“Donde no hay nada, con un poco de fe, es posible que haya algo, simplemente hay que tener confianza en que los milagros existen y que es posible que de al algún modo, Jesús esté con nosotros”, señaló explicando el truco tal como recoge Rota al día. La atención de los jóvenes se completó con un aplauso y el vídeo del momento se ha hecho viral.
La frescura del evangelio
Aunque esta misa se haya hecho famosa, el estilo cercano del sacerdote siempre ha sido su máxima. Actualmente el salesiano realiza su misión pastoral en la casa Lora Tamayo de Jerez de la Frontera, desde la que se atiende también el colegio de Rota –actualmente sin comunidad salesiana–. Conversando con Vida Nueva relata que lleva 10 años impulsando este estilo en la llamada “misa familiar” en la que se sirve de la magia como algo más que un golpe de efecto, como “un medio, una forma para comunicar un mensaje” domingo a domingo, a través “muchos recursos como la mímica, la luz, el sonido, la proyección de algún vídeo, el teatro, un chiste, la vivencia de alguna persona o, como el otro día, la entrega de un grano de mostaza auténtico al que seguimos en su crecimiento…” para, gracias a la creatividad “hacer llegar el mensaje de la Palabra de Dios y la frescura del evangelio en estos tiempo nuevos”.
En el caso del pasado viernes, trataba de mostrar la importancia del ‘multiplicar’ con distintos ejemplos para que todos entendieran, desde los pequeños a los alumnos de Formación Profesional, la importancia de hacer llegar a los demás el mensaje cristiano, de ser efecto multiplicador.
“Más allá de las formas –quien no conoce el contexto de esta misa familiar lo puedo ver como espectáculo–, hay que estar aquí para ver los frutos”, recalca tras años de experiencia pastoral. “La gente viene una hora antes para coger sitio, la preparan los distintos jóvenes por grupos, hay más de 60 personas implicadas que mueven a 300 para que gente de todas las edades consiguen recuperar el acudir a la eucaristía y llevarse un mensaje positivo a sus vidas”, señala.