Alberto Franco alza la voz en nombre del planeta: “No escuchemos más a los negacionistas de la crisis climática porque nos están matando y llevando a un desfiladero”. No es Greta Thunberg, pero el compromiso de este redentorista colombiano no se queda atrás. Ni mucho menos. Presidente del Consejo Directivo de la Comisión Intraeclesial de Justicia y Paz y miembro de la red Iglesias y Minería, este misionero acompaña a comunidades indígenas, afro, campesinas y víctimas del conflicto armado y de proyectos extractivos.
Franco es uno de los rostros de la campaña anual de Manos Unidas, presentada hoy en Madrid, que se desarrollará bajo el lema ‘Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú’. Este domingo 9 de febrero se celebrará la jornada de cuestación de la ONG para el desarrollo de la Iglesia.
“Este ‘modelo de desarrollo y de civilización’ global se nos mete por los poros y lo vemos como normal. Sin embargo, es responsable de la crisis medioambiental y del hambre de millones de personas, aunque nos digan que eso es lo normal y lo único”, demandó Franco. El religioso cree que “para construir alternativas viables a la crisis, es necesario reconocer cómo llegamos a ver normal y natural un sistema que está acabando con el planeta y con millones de seres humanos a través de hambre y suicidios”.
Este redentorista ha conocido en primera persona a mártires de los derechos civiles y políticos, pero también del cuidado de la Casa común. “Asesinan, desaparecen o encarcelan a quien defiende los derechos”, relató, a la vez que recordó que “las masacres, desapariciones y asesinatos generar terror, con el terror del desplazamiento y con el desplazamiento el despojo del territorio para agronegocios, infraestructuras o industria extractiva”.
Franco llegó a decir que “la explotación de los bienes de la creación es la causa de esta cruda realidad: hambre, injusticias, desigualdades, calentamiento global, violación a los derechos fundamentales, violencias y guerras…”. Es más, puso un ejemplo de cómo un proyecto estatal con el respaldo de la Unión Europea de producción de agro-combustible con palma aceitera en el norte de Chocó (Colombia) ha generado más de 2.500 desplazados y 149 asesinados desde 1997.
“Manos Unidas apoyó la defensa de la vida y del territorio, en la creación y fortalecimiento de sus propuestas de autoprotección como zonas humanitarias y de biodiversidad. Fue de las pocas organizaciones que entendió el conflicto”, reconoció Franco, que hoy ve recuperada la región y constata cómo “se está recuperando la biodiversidad”.
“El Sínodo de la Amazonía constató que el modelo extractivista poner en riesgo la vida en la Amazonía, del planeta y de los pueblos indígenas”, subrayó el redentorista que condenó cómo “no es ético ni realista seguir escuchando negacionistas de la crisis ambiental y socioeconómica”.
Desde ahí, reclamó “pasar de una mirada antropocéntrica a una biocéntrica” teniendo en cuenta que “somos parte de un todo”. Este renovado planteamiento exige para él “pensar globalmente y actuar localmente” en favor de la justicia social. “Los cristianos debemos voler al proyecto de Jesús de Nazaret”, concluyó, proponiendo “la santidad económica para superar el pecado personal, social, estructural y ecológico”.
Durante el acto, la presidenta de Manos Unidas, Clara Pardo, señaló que han querido “poner el foco de la crisis medioambiental sobre las poblaciones más empobrecidas”. Pardo denunció cómo “el ser humano es el único ser humano que destruye, a conciencia, la tierra que se le ha sido dado como un préstamo”.
“Están creciendo los proyectos que estamos implementando en defensa de la tierra, aunque es cierto que es una línea transversal para Manos Unidas, en tanto que buscamos que todas nuestras iniciativas sean sostenibles, cada vez que aprobamos alguna propuesta destinada a la agricultura”, explicó Pardo sobre los casi dos millones de euros dedicados solo en 2019 a proyectos directamente dedicados a medio ambiente y cambio climático.
“Con esta campaña, Manos Unidas quiere hacerse eco de esos gritos, como tantas veces nos dice el papa Francisco”, explicó la máxima responsable de la ONG católica, que busca ser “altavoz del grito de la tierra herida y del grito de las personas vulnerables, empobrecidas y hambrientas, porque estos ambos lamentos suenan al unísono”.
La lucha contra el hambre que siempre ha abanderado Manos Unidas llevó a su presidenta a hacer un llamamiento tanto a “los despachos de los gobiernos e instituciones internacionales” como a “cada uno de nosotros” que “habitamos en el opulento Norte” para salir al rescate de los 821 millones de personas que no tienen qué llevarse a la boca en su día a día.
Lago hizo especial hincapié en las consecuencias de la explotación de la Casa común, centrándose en los llamados “migrantes climáticos”. Se calcula que en 2050 habrá 140 millones de desplazados por culpa del cambio climático. ¿Nos hemos planteado qué vamos a hacer cuando esas personas llamen a nuestras puertas? No quiero ni imaginarlo”, expresó. A renglón seguido, criticó “la cortedad de miras de algunos en el Norte”. “Son muy pocas las personas que abandonan sus raíces, sus familias y sus vidas por gusto”, apostilló, subrayando cómo Manos Unidas trabaja para evitar este exilio forzoso.
Junto a Lago y Franco, también tomó la palabra la franciscana Janeth Aguirre. Misionera en Mali desde julio de 2005, trabaja en la capacitación y formación de mujeres, además de estar al frente de diversos programas enforcados a atajar los problemas nutricionales de la población, fruto de las sequías crónicas del país africano.
Esta religiosa desarrolla su labor en Kouliokoro, una ciudad de 40.000 habitantes, donde está presente su congregación desde hace 15 años. “El cambio climático se toca con la punta de los dedos en las dificultades a las que se enfrentan las mujeres para cultivar sus huertos”, comentó, junto a otra de las dificultades en el país: la migración generada por la inestabilidad y el terrorismo en el norte del país.
La franciscana lamentó que “el agua cada vez es más escasa”, por lo que las franciscanas y Manos Unidas se han volcado en promover “soluciones durables, formarlas, capacitarlas en técnicas de cultivo y de riego, reutilizar las aguas usadas…”. “Como dicen las mujeres con las que trabajo, hay que hacer llorar la tierra, o lo que es lo mismo, buscar agua a través de pozos para aprovechar el agua del subsuelo”, apuntó. Por delante, tienen el desafío de reducir el 70% de la malnutrición infantil: “No se trata de hacer grandes cosas, sino lentas y seguras. Por eso nosotras estamos apostando por la educación de la mujer, para poderlas ayudar a soñar, desde su realidad”, zanjó.