El papa Francisco dedicó su catequesis este miércoles durante la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, a la primera de las Bienaventuranzas del Evangelio de san Mateo: “Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Tras explicar el significado de la pobreza de espíritu, que va mas allá de las cuestiones materiales y económicas para tocar la “dimensión más íntima y espiritual” de la persona, el Pontífice denunció cómo la “soledad y la infelicidad” nacen de la idea de “hacerse un nombre”.
“Si tengo que ser ‘alguien’ entro en competición con los otros y vivo en la preocupación obsesiva por mi ego. Si no acepto ser pobre, odio todo lo que me recuerda mi fragilidad”, dijo Jorge Mario Bergoglio, subrayando cómo cada persona sabe dentro de ella cuánto es “radicalmente incompleta y vulnerable”. Esa vulnerabilidad “no hay maquillaje que la cubra”.
En su alocución, el Papa advirtió sobre lo “mal que se vive” cuando se rechazan los propios límites. “Los orgullosos no piden ayuda porque deben demostrar que son autosuficientes. Y muchos necesitan ayuda, pero el orgullo les impide pedirlo. ¡Qué difícil es admitir un error y pedir perdón!”. A continuación improvisó sobre el texto que tenía preparado para recordar cuáles son las tres “palabras mágicas” que aconseja a las parejas de recién casados: “Permiso, gracias y perdona”.
El perdón “abre el camino del reino de los cielos”, dijo el Pontífice, para comentar más adelante cómo “la humildad y la oración” también llevan a ese destino. “El Señor nunca se cansa de perdonar; somos por desgracia nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Es una enfermedad fea”.
En sus saludos a los distintos grupos lingüísticos al final de la audiencia general, Francisco mencionó a los participantes en un curso promovido estos días en Roma por el Centro Internacional de Animación Misionera (CIAM), entre los que hay una delegación de Obras Misionales Pontificias de España y de varios países latinoaméricanos.